El diario plural del Zulia

Villa Rosa, por Ender Arenas Barrios

Los gritos eran ensordecedores, el hombre se sintió animado. Y eso era natural, pues, el día anterior, el primero de septiembre, la masiva marcha de la oposición había materializado la puesta en escena de la pérdida irremediable de lo que antes era de ellos y que ahora parecía que lo habían perdido: la calle. El hombre, entonces, se animó a echar un pie, caminar, darse un baño de masa, después de todo los gritos demostraban que no todo se había perdido, y entonces se animó a caminar por las calles de esa villa miseria. Solo, que no había dado tres pasos cuando descubrió que los gritos no eran de aclamación sino de un enorme rechazo.

Carajo, la gente se le venía encima, una señora mayor con una olla mondonguera se parecía a Tito Puente y le golpeaba la mondonguera en la pata de la oreja, otra señora tenía una sartén que la golpeaba con una rabia tan intensa que al presidente Maduro le dieron ganas de salir corriendo, aun cuando en ese momento pudo aguantar las ganas, otra señora astillaba con una cuchara sopera una ollita de peltre que usaba para hacer café.

El caos. Nadie sabía y el Presidente menos, que se había hecho la casa militar, los anillos de seguridad, los colectivos, los milicianos, la guardia del pueblo. Todos desaparecieron como por arte de magia. Él estaba solo, bueno solo no, lo acompañaba un gentío que en lugar de vitorearlo se lo quería comer vivo.

El cuento es que Villa Rosa dejó de ser una simple comunidad humilde de las muchas que hay en el país. De pronto se convirtió en símbolo de un colapso, del colapso de un régimen. Porque en Villa Rosa colapsó la confianza, colapsó el respeto a la institución presidencial y se instaló definitivamente la creencia de que quienes nos gobiernan son fundamentalmente incapaces que terminaron por instalar una situación donde la gente vive en una precariedad continua.

Creo que lo ocurrido desde el 1º de septiembre, lo desatado en Villa Rosa y las movilizaciones que se han producido desde entonces en el país y las que vendrán, es la demostración de que el venezolano se cansó de que el país le haya quedado por mucho tiempo a los más brutos, que eso es morirse de pena, de verdad verdad. Ha llegado la hora del cambio y se hace necesario salir de unos gobernantes que han instalado al país en el reino del odio y de la incertidumbre que se han esforzado por crear una especie de fatalismo indolente haciendo creer que no hay más nada que esta cosa que hoy gobierna, que han dividido al país y creo que lo peor es que la cúpula de una de esas mitades ve a la otra mitad como si esta fuera descendiente del sobaco de Cristo.

Yo creo que es necesario gritar que ¡ya basta!.

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