El diario plural del Zulia

El valor de la esperanza, por Manuel Ocando

La esperanza es la confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que se desea. Es ese estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende es posible. Ya sea a partir de un sustento lógico o en base a la fe, quien tiene esperanza considera que puede conseguir algo o alcanzar un determinado logro. El valor de la esperanza representa el sentir en el que un individuo construye, hacia un futuro cercano o lejano, una situación de mejoría o de bienestar.

Las personas suelen aferrarse al valor esperanza cuando se encuentran en una situación complicada. Se trata de un recurso que nos ayuda a no caer en la depresión, basada en la idea fuerte de que pronto las cosas mejorarán. Esa confianza actúa como estímulo aportando fuerza y tranquilidad.

El valor de la esperanza reside en que nos brinda la fortaleza para poder seguir adelante, cuando todo parece que está perdido, nos brinda el consuelo necesario en nuestros peores momentos, nos inspira, nos ayuda a ser perseverantes, a lidiar con lo difícil, hasta con lo que parece imposible de sobrellevar. Es como la llama que nos ayuda a mantenernos vivos en los momentos más difíciles. Como la proverbial luz al final del túnel, la esperanza nos anima a seguir luchando, a no darnos por vencidos. Permite que nos mantengamos de pie emocionalmente cuando las circunstancias presentes podrían derrumbarnos.

La esperanza es una manera de abordar la vida mediante el “sí” y el “yo puedo”. La claridad y la perseverancia provienen de la esperanza que la hace florecer en nosotros mismos, es como un faro que ilumina nuestro camino.

El régimen quiere arruinar la esperanza y la autoestima del venezolano común, a través de la constante agresión emocional a la cual somos sometidos diariamente, pero no lo ha podido lograr. Basta con observar con atención en las multitudinarias colas los semblantes de los venezolanos, llenos de indignación, ira y confusión pero totalmente a la defensiva, protegiéndose y activados en “modo supervivencia”. El régimen nos quiere desanimados, deprimidos, confundidos e inmovilizados, puesto que con este estado de ánimo es más fácil controlarnos. Es por eso que sabotea los festejos navideños y de Año Nuevo, como una estrategia para desalentarnos, en las fechas en que tradicionalmente están reservadas para que la gente se llene de esperanza, renueve su espíritu, alegría y entusiasmo.

En la Venezuela actual que sufre y padece los estragos de una grave crisis generada por la incompetencia y el desgobierno, es necesario cortarle las alas a la desesperanza y a la desmotivación, pensando en forma positiva, de manera espiritual, para mantenernos fuertes y unidos en la lucha por un mejor país. Poniéndole entusiasmo a nuestra vida para hacerla más llevadera, haciendo énfasis en lo bueno y no prestándole demasiada atención a lo que nos desagrada. Alentando una visión esperanzadora, reconciliadora y positiva, de un país que merece ser rescatado y reconstruido a corto, mediano y largo plazo. Escoger esta manera de pensar nos permite recuperarnos de los contratiempos rápidamente y caminar seguro hacia el objetivo de cambio, que la mayoría de los venezolanos tanto anhelamos

 

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