El diario plural del Zulia

El único juicio válido, por Jorge Sánchez Meleán

El único juicio válido en las ejecutorias de los gobernantes es el de la Historia. No son los suyos los llamados a hacerlo, sobre todo en tan corto tiempo. En el presente no deben forjarse nuevos héroes o semidioses de una religión de estado, a los que ni siquiera se les deja descansar en paz.

La historia de Hugo Chávez apenas comienza, después de sus acciones de casi tres quinquenios en el centro de nuestra política. Su figura de caudillo popular, con sus aciertos y errores, no debe convertirse en un mito, sino en la de un personaje histórico al que hay que juzgar con objetividad y respeto en el tiempo adecuado. No es posible supeditar la historia del país a la suya, como ya hicimos con Bolívar. Ni tampoco ponerla al mismo nivel de aquellos que son ya símbolos de la patria, porque han recibido el juicio positivo de la Historia.

No es ético utilizar la figura de Chávez como talismán u oráculo para justificar la destrucción de nuestros valores e instituciones tradicionales, en nombre de ningún testamento ideológico-político. Hugo Chávez hasta hoy, es simplemente un presidente más de los tantos que hemos tenido a partir de 1830, algunos brillantes y otros mediocres o simplemente malos.

En su régimen, el protagonista no fue el colectivo, sino él. Creyó en el jefe de hombres, en la revolución, en los ejércitos, los símbolos, y los mitos, siguiendo a N. Ceresole. Nunca creyó en la Democracia y sus instituciones. De allí, que sus rasgos fascistas son evidentes, como lo han puesto de manifiesto historiadores de la talla de E. Krauze. Con esta orientación se convirtió, no tanto en el Presidente de Venezuela, sino en su propietario. Se inventó un paradigma de personalismo autoritario mediático, que ha llevado al país a la mayor crisis política, económica, social y moral de la historia contemporánea. Se creyó el héroe del siglo XXI en Venezuela, su “comandante eterno” como lo llaman sus seguidores.

Por ello hoy, después de cuatro años de su muerte, el régimen se ha quedado sin “héroe” y también sin votos. El ejército y el pueblo están en desbandada, en un callejón sin salida. En esta coyuntura histórica los venezolanos no podemos permitir que se nos pretenda cambiar el curso de la historia, imitando el culto ateo que se da a líderes como Lenin, Stalin, Ho Chi Minh, Mao Zedong, Kim II Sun o Fidel Castro. Nosotros no debemos embalsamar al autoritarismo personalista e irlo a adorar al Cuartel de la Montaña.

A Hugo Chávez es ahora cuando la historia ha comenzado a juzgarlo, con severidad y realismo. Todavía no puede cantar victoria. Y ese será el juicio válido y no el de tarifados o mercenarios nacionales e internacionales que se traen, a altísimo costo, a un país que se está muriendo de hambre y de justicia, para seguir creando un mito, que es simplemente, casi un personaje del realismo mágico

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