El diario plural del Zulia

Una fuerza expansiva de cambio, por Jesús Salom Crespo

En estos tiempos cruciales, de lúgubres perspectivas y pesada incertidumbre por el naufragio de la confianza en las instituciones, las universidades autónomas tienen que retomar la vieja idea de la transformación, de repensarse, y enfrentar el desafío de un país en quiebra. Innovar sus políticas con el fin de alcanzar a plenitud sus objetivos.

Debe pensar en la educación transfronteriza, el uso de las tecnologías contemporáneas en cuanto a capacidad para sistematizar los conocimientos. En formar actores para un mundo complejo, multicultural y cambiante. Sin barreras (a pesar del nuevo proteccionismo) en el cual la cooperación y el trabajo colaborativo le permitan alcanzar una dimensión internacional que favorezca su calidad académica.

Pero sobre todo, como dice Roland Barnett (2001): “La educación superior no puede plantearse seriamente la empresa de promover una sociedad más autocrítica y capaz de brindar información si no asume ella misma esas características. No puede ocuparse de los problemas interdisciplinarios de la sociedad moderna si no tiene ella misma un carácter profundamente interdisciplinario. Tampoco puede esperar que la sociedad analice críticamente sus formas dominantes de conocimiento, aprendizaje e interacción si ella misma no está preparada”.

La posibilidad de aprobación de una nueva Ley de Universidades por la ANC incrementa los temores de una intervención directa para desalojar a las autoridades electas, aunque con los períodos vencidos. En tal sentido, tenemos que declararnos en emergencia para reflexionar y discutir la situación y fijar una posición común a todas las instituciones y de la cual se haga partícipe la sociedad civil. Exigir que el TSJ decida sobre las elecciones o buscar alternativas.

En fin, la universidad autónoma necesita armar una estrategia de defensa ante la insistente demanda del Gobierno Nacional de que se adhiera a la corriente ideológica que abraza y las amenazas que representan las políticas públicas dirigidas a estrangularla presupuestaria y financieramente.

No se trata de elevar la calidad, productividad y competitividad de las casas de estudio, sino de controlarlas y limitar su crecimiento. Crear un cerco para que su labor extensiva no tenga impacto en las comunidades. Refuerza su tesis de elitesca y divorciada de las necesidades del país.

Establecer nuevas o contemporizar propuestas existentes que den respuestas a las interrogantes: ¿Para qué universidad? ¿Cuál universidad? Aún estamos a tiempo de decidir el futuro de la universidad nosotros mismos. Dejemos atrás la parálisis paradigmática que rige estos años de oscurantismo.

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