El diario plural del Zulia

Treinta años de anti historia, por Ángel Rafael Lombardi Boscán

Leo algunos reportes y pronósticos esperanzadores sobre economistas que modelan la realidad estableciendo tendencias racionales aunque imaginarias. No son del régimen, los cuales siguen empeñados en terminar de hundir lo que aún poco queda funcionando de la economía nacional. Son tecnócratas y gerentes, la mayoría más con un pie en el extranjero que en el desastre de aquí. Los profesionales con más talento están emigrando masivamente, saben bien que por estos lares priva la improvisación junto a la mediocridad. Además, la remuneración que perciben en bolívares devaluados les condena a vivir una vida como mendigos.

La tarea de los universitarios como “orientadores del país”, de un sector que por su naturaleza alberga a los más capaces y expertos en cada área del conocimiento, hoy es anecdótica. El régimen se dedicó a destruir las universidades y a cercar la cultura. Tampoco propuso una alternativa mejor. La Bolivariana y Unefa son universidades de pensamiento único, sin elecciones ni sindicatos y con docentes obligados a cursar seminarios sobre el “pensamiento” de Hugo Chávez Frías. Cualquier sospechoso por inquietudes disidentes, aunque tibias, es expulsado.

Un amigo muy estimado reflexionaba sobre éste tenebroso ciclo de treinta años, iniciado con el Caracazo del año 1989, y que según su apreciación, hoy ya estaba terminando de la misma manera como se inició: con saqueos populares masivos en todos los rincones de la geografía nacional. No sé si su pronóstico es exacto, sólo quiero señalar que nuestros atajos históricos, son terriblemente corrosivos.

Mi generación creció con la IV República, que vista desde la izquierda ideológica, era una hechura reaccionaria y contraria a la revolución que pueblos como Cuba lideraban a partir del año 1959 en todo el continente. Leyendo hoy a Julio Cortázar en “Papeles inesperados” nos encontramos al intelectual comprometido con estos procesos de cambio social desde la placidez de un exilio de treinta años en Francia, y callando por “lealtad”, ante los abusos y la violencia terrible que desataron Stalin, Mao y el mismo Fidel sobre sus dirigidos. Al cielo en la tierra se transitaba desde el infierno.

En 1989, a los 22 años y como estudiante universitario, nuestra percepción del fatídico “Caracazo” fue romántica e infantil. Los intentos de Golpe de Estado del año 1992 llevado a cabo por algunas logias militares conspirativas las aplaudimos como si fuesen a representar una nueva independencia nacional. Marx, definió a la ideología como una falsa conciencia. No mucho tardamos en abrir los ojos cuando el proyecto militarista se vistió con el ropaje de la institucionalidad democrática para terminar de socavarla. Desde entonces mi generación se inmoló aceptando el papel de ciudadanos mancillados en una Venezuela saqueada y arruinada.

Treinta años de un ciclo histórico perverso. Que hemos tratado de resistir desde un antagonismo intelectual no libre de los naturales desfallecimientos. Ayer mismo, me decía una joven pareja, que sus planes para traer hijos en las actuales circunstancias se posponían hasta que la situación tuviese un desenlace esperanzador que les permitiese volver a creer en el país.

 

 

 

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