El diario plural del Zulia

A trancas y barrancas, por Maryclen Stelling

En medio de un clima incierto en cuanto la posibilidad de un final feliz, continúa el diálogo en Venezuela. Dudas, predicciones, pronósticos, presentimientos y apuestas invaden el clima político convertido en una suerte de ruleta a la venezolana.

No dudamos de la honestidad de algunas voces, sin embargo, cada vez más se consolida una intención fatalista destinada a construir un clima negativo de desaliento, desesperanza y desmoralización que pretende, por una parte, minar la confianza en mediadores y, por la otra, socavar la credibilidad en los actores políticos que se sientan en la mesa. A ese clima negativo se añade el candente discurso del liderazgo político que no ha observado la recomendación de la mediación vaticana, de bajar el tono agresivo y descalificador del “otro”, mi enemigo a derrotar.

La mesa ha sido concebida en tanto ámbito de poder, conflicto y antagonismo, por oposición a lo que debería ser, un espacio deliberante y democrático dirigido a rescatar y refundar la coexistencia en un contexto de conflictividad derivado, precisamente, del ejercicio de lo político. Y desde allí, desde la relación antagónica, se perciben las demandas del otro como amenazantes e ilegítimas, imposibilitando el establecimiento de un vínculo común.

No ha sido posible entablar una relación agonista con el adversario y, hasta el momento, la condición dialogante entre las partes en conflicto se ha planteado en términos de enemigos irreductibles, incapaces de reconocerse como oponentes legítimos en tanto adversarios en una relación “agonista”.

El fracaso del diálogo gradualmente ha devenido en una profecía autocumplida, predicción que, una vez formulada, directa o indirectamente lleva a su propio cumplimiento. Clima fatalista, sustentado en la creencia del determinismo de los acontecimientos, dirigido por causas independientes de la voluntad de una mayoría (79 %), quien, de acuerdo a un reciente sondeo, apoya el diálogo por la paz.

Debería ser tarea de la Mesa de Diálogo, reconocer que todo orden social es el resultado de la articulación de relaciones de poder. Igualmente practicar, promover y modelar, desde ese espacio, el pluralismo agonístico en el que la confrontación se realice bajo condiciones reguladas por procedimientos democráticos aceptados por los adversarios.

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