El diario plural del Zulia

Tiempos de Independencia, por Judith Aular de Durán

Más que celebración, hoy 5 de julio, Día de la Independencia Nacional, es una fecha para la reflexión sobre
el destino y las posibilidades verídicas que tienen las generaciones contemporáneas del alcanzar la nación vigorosa,
próspera, de ejemplo y virtud que soñaron nuestros libertadores.

Hace 206 años se logró aquel sueño de Bolívar cuando se firmó aquella acta, pero no fue con el paso del tiempo, hemos visto que la independencia y la soberanía no se han alcanzado a plenitud por múltiples factores.

La independencia es un proyecto permanente, con avances y retrocesos que se reflejan en el bienestar de los habitantes; en la salud y seguridad de los pueblos y las ciudades; en la cultura, la educación y el civismo de niños y jóvenes. En fin, en la posibilidad de que todos tengamos acceso a una vida digna y productiva.

Dos siglos han pasado de aquella firma del Acta de Independencia y yo me pregunto ¿realmente somos tan independientes como lo queremos ser?

Han transcurrido muchos años y han pasado muchas cosas que nos han traído hasta el sol de hoy, pero es lamentable que aún no hayamos alcanzado la independencia plena.

Ser independientes es mucho más que vivir en una patria libre de dominación extranjera. Es la posibilidad de ejercer, irrestrictamente, la soberanía en todos los ámbitos de la vida. Significa ser dueños de nuestro destino para vivir con dignidad y concordia ante las naciones del mundo.

En un tiempo de escenarios globalizados, con tantos vínculos e intereses contrapuestos, difícilmente una nación puede declararse como absolutamente independiente. De manera que aquella percepción estática, casi simbólica, que teníamos de la independencia se ha transformado en una realidad dinámica, de países que poseen las suficientes fortalezas y posibilidades de guiar su destino con éxito y resultados alentadores en el desarrollo humano.

Como país contamos con riquezas y talentos para activar la renovación social, tecno educativa, económica y cultural del país. Es el desafío independentista de las generaciones del presente y futuro y una responsabilidad compartida que exige el consenso de gobernantes, vecinos, profesionales, obreros, estudiantes, campesinos, soldados, empresarios, industriales y universidades para afianzar, con calidad y equidad, a la Venezuela soberana.

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