El diario plural del Zulia

Supervivencia en emergencia, por Ramón Guillermo Aveledo

Que la economía venezolana está en emergencia es más que sabido y viene así desde hace tiempo, aunque sea ahora cuando el Gobierno lo admite. Que la economía del venezolano está en emergencia lo padece cualquier habitante
del país, a menos que su acceso a la divisa extranjera lo ponga a salvo de angustias.

La emergencia tiene síntomas como la inflación que derrite el salario, el desabastecimiento de alimentos, medicamentos, y casi cualquier otro insumo; la ausencia de oferta de empleos en el sector privado y la imposibilidad de que el Gobierno, en cualquier nivel, emprenda proyectos de cierta magnitud, porque la inflación y la escasez devoran los recursos asignados y ahuyentan a contratistas y proveedores serios cuya sincera intención sea cumplir.

A conciencia de esa realidad ya dura y en trance de endurecerse más, me cuento entre quienes esperaron que el Decreto de Emergencia Económica del pasado 14 de enero mostrara sincera intención de enfrentar esos gravísimos problemas, lo cual implica disposición a corregir errores y a convocar a todos los sectores a un esfuerzo necesariamente nacional. Me quedé esperando.

El decreto no es creíble y parece más bien un truco para que la mayoría parlamentaria lo niegue, y entonces echarle la culpa del empeoramiento de la situación. Lo doloroso es que no está la situación para esas maniobritas, y es injusto que el venezolano de a pie pague tan caro la contumacia oficialista. Está en juego la supervivencia de mucha gente.

La motivación del decreto reitera el discurso repetido ad nauseam: Una conspiración internacional y nacional se desató para “desestabilizar la economía del país, debilitar sus instituciones y provocar una ruptura del hilo
constitucional, sobre la base de un malestar social inducido”. Del diagnóstico resulta plenamente absuelta de toda culpa la gestión gubernamental, lo cual, aparte de un pésimo síntoma, es mal punto de partida para que lo acepten los
diputados y parece más destinado al vano intento de convencer a ocho millones de venezolanos de que se equivocó al votar.

Con ese fundamento, lo propuesto es previsiblemente muy débil. Impreciso en las garantías constitucionales que restringe, terco en mantener políticas y medidas que han causado escasez, inflación, dependencia de las importaciones, gasto público desordenado y corrupción.

Si el Gobierno no entiende que lo que está en emergencia es la supervivencia, será muy difícil entenderse con él.

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