El diario plural del Zulia

Sin país libre no habrá universidad, por César Ramos Parra

L as circunstancias se agravan cada día. La incertidumbre crece. La confrontación se acentúa ante la irracional conducta de una camarilla embriagada y ensoberbecida de poder que no le importa derramar la sangre de nuestra indefensa juventud en las calles de nuestra acongojada Venezuela. Nuestros valerosos estudiantes luchando por conquistar el futuro y sus sueños que representa esta patria grande, que nos legaron, jóvenes también, quienes en su oportunidad apostaron por la libertad. Esa herencia está en los genes de nuestra juventud gloriosa y por ello, aunque tristemente, muchos tengan que ofrendar su vida, Dios les dará la victoria.

Sin embargo, muchos de nosotros esperamos el resultado de su victoria, en la comodidad de nuestros hogares o distraídos en nuestras expectativas de las dádivas salariales del Gobierno o en una rutina laboral como si no estuviese pasando nada. Muchos líderes, en su disimulo, haciendo que hacen para terminar no haciendo nada.

Son los estudiantes universitarios fundamentalmente y jóvenes de nuestros pueblos y ciudades, quienes están llevando la pesada y riesgosa carga de esta confrontación, sin que ellos, casi todos menores de 25 años, sean responsables de haber elegido a quienes nos desgobiernan y autores directos de la ruina moral, económica, política y social de nuestra nación. Es hora que todos reflexionemos con sinceridad y nos dispongamos conscientemente, a asumir una postura activa en estas luchas. Cada quien en el aporte que su conciencia le indique, pero dejando de ser indiferentes.

Ciertamente, el movimiento opositor venezolano debe fundamentarse en la no violencia, la resistencia pací ca a tenor del art. 350 de nuestra Constitución, unitario con todos los movimientos democráticos del país y bajo la conducción de nuestros líderes políticos, responsables de dirigir estas jornadas con gran desprendimiento y despojándose de sus agendas personales, las cuales han de ser continuas, masivas, inquebrantables, para que sean contundentes.

Los profesores universitarios estamos en el deber de acompañar a nuestros estudiantes; orientarlos, protegerlos, hacer valer y defender sus derechos. Ellos son nuestra razón de ser en la institución. Cada uno de esos muchachos son nuestros hijos y no los podemos abandonar en esta lucha que están librando por su futuro. Ellos están luchando por un país de oportunidades, paz, progreso, libertad, al cual tienen perfecto derecho y nosotros estamos en el deber moral de acompañarlos y luchar codo a codo con ellos.

La universidad como institución plural siempre debe estar al servicio de todos y debe ejercer su liderazgo social para contribuir a la superación de los conflictos y la formación de la conciencia colectiva de los pueblos, haciendo valer, en este caso, la constitucionalidad y los valores y principios que representan el alma de nuestra nacionalidad.

Sus líderes, en cambio, comprometidos con su futuro, no tenemos otra alternativa que conducir la comunidad universitaria a una lucha que trasciende la institución, puesto que estamos en un contexto que no aconseja llevar una lucha aislada y nos obliga a integrarnos con otros actores sociales y políticos en unidad de propósitos, donde no tenemos otra opción que triunfar, puesto que si se llegara a perder el país, con ella se perderá también la universidad.

 

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