El diario plural del Zulia

¡Hasta siempre, mi amado Darío!, por Judith Aular de Durán

No hay gloria más significativa para el maestro que la admiración que nace en el corazón de las nuevas generaciones. Un navegante persistente en la docencia, formando a los jóvenes con el más alto nivel de exigencia y comprensión, abnegado profesor que enseñaba, con esmero, la tarea compleja y absorbente del universo de los números, así era mi esposo Darío Durán Cepeda.

Él asumió el reto titánico de avivar el interés por las matemáticas; haciéndolas “divertidas” y de asumir un estilo de enseñanza que rompía paradigmas por su sencillez, tan apreciada por los profesores y estudiantes.

Atendiendo el llamado de la excelencia académica, Darío inicia su trayectoria de formación en LUZ. En 1967 obtiene el título de Licenciado en Educación mención Ciencias Matemáticas y, ese mismo año, ingresa a la plantilla de profesores de la Facultad de Humanidades y Educación, años difíciles de la renovación universitaria.

Su pasión por las matemáticas trascendió las aulas y lo llevó a emprender importantes iniciativas para fortalecer la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias numéricas en Venezuela y fuera de nuestras fronteras. Su experiencia lo llevó a ser miembro, en 1971, de la Comisión Redactora de los programas de Matemática de los Estudios Generales de LUZ. También formó parte de la Comisión Asesora para redactar los programas de Matemática de los Colegios Universitarios, en 1972, y de la Comisión Redactora de los programas de Matemática del Instituto Experimental Pedagógico de Maracay (1973) y del Instituto Universitario de Coro (1973).

Poseía una formación inigualable en Sistemas Axiomáticos Formalizados, Análisis Funcional, Semántica Formal de Primer Orden, Lógica Simbólica, Teoría del Conocimiento e Historia de la Filosofía.

Hoy, ante su partida física, agradezco las muestras de afecto y solidaridad en este momento para toda la familia ante tal irreparable pérdida.

La Academia ha perdido a uno de sus más valiosos hombres, pero su legado perdurará en las enseñanzas de quienes vean a esta ciencia como “apasionante, emocionante e intrigante” como la veía él. Honor a quien honor merece. ¡Hasta siempre, mi amado Darío

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