El diario plural del Zulia

Sexo acosado, por Roberto Hernández Montoya

La entrañable Catherine Deneuve ha desatado una polémica paradójicamente inoportuna y necesaria estemos o no de acuerdo con ella, y las demás 99 firmantes de su manifiesto. No es la primera vez que Catherine firma un manifiesto polémico. En 1971 apoyó el de las «343 zorras», en favor de la despenalización del aborto. Valiente en ambos casos.

Estas 100 mujeres hablan de «puritanismo» y hasta de «estalinismo» en el feminismo actual. La polémica se alimenta de la irreductible ambigüedad que hay entre el acoso sexual y el galanteo. Llegan a decir que los varones tenemos derecho a «importunar» a las mujeres para garantizar nuestra libertad sexual. No me parece. Y añaden: «La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito ni la galantería una agresión machista».

Temo las discusiones apasionadas y bizantinas. Antes de caernos a pasiones examinemos la frontera borrosa entre violación y requiebro. En el medio hay un pantano en que cada quien decide qué es qué. No se debe conceder al violador el derecho a decidir cuándo lo están provocando. Eso no es un derecho sino un fuero despótico. Pero en la raíz de EUA hay un fervor puritano. Mis hermanas feministas deberán decir y decidir si son puritanas o no, como dice Catherine.

En una sociedad racista un negro no puede distinguir si no le dieron un trabajo por negro o por incompetente. Y en un medio machista si a una mujer la dejan fuera solo por mujer, salvo en casos como la exclusión católica del sacerdocio. Uno de los efectos del racismo y del machismo es esa zona borrosa, espacio ideal para disfrazar el abuso. «Yo solo estaba siendo amable con ella», alega un acosador.

El cortejo requiere de la ambigüedad para desplegar el juego y rejuego entre dos que sospechan que se aman. La literatura y el cine se desbordan de casos. Si bloqueamos el galanteo con puritanismo la especie humana entra en peligro de extinción. No sé quién definió el puritanismo como el terror de que alguien la esté pasando bien.

Edgar Morin dice que homo sapiens es también homo demens. Y también homo hystericus. Y femina sapiens, demens et hysterica… La clave está en la madurez, pero la perversidad supremacista obstaculiza toda maduración. Discutamos, pero sugiero que respiremos hondo primero

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