El diario plural del Zulia

Presidente en fuga, por Noel Álvarez

Hace poco conversé con un amigo español, muy documentado sobre los procesos políticos a lo largo de la historia de su tierra natal. Me comentó sobre una frase que pronunció Estanislao Figueras, presidente del primer Gobierno de la Primera República española, quien dijo a sus ministros: “Señores, voy a serles franco: estoy hasta los coj… de todos nosotros”. Dicho esto se largó de España vía París. A lo largo de la historia republicana española, muchos políticos han tenido que hacer frente a crisis de enormes dimensiones. Algunos de ellos se rindieron y abandonaron sus cargos, pero ninguno de forma tan rocambolesca como lo hizo Estanislao Figueras.

Transcurría el mes de febrero de 1873, cuando Amadeo I de Saboya renunció al trono español, hecho que en medio de una tremenda inestabilidad social y política, supuso la proclamación de la Primera República y, con ella, el nombramiento de Figueras como su primer presidente. La tarea de este iba a ser muy compleja: crisis económica, intrigas políticas, dentro y fuera de su partido; y como de costumbre, con problemas territoriales.

El hecho relatado en la primera parte, cuentan que sucedió durante una reunión del Consejo de Ministros celebrada el 9 de junio de 1873. Luego de intensas discusiones, sin que se lograra ningún acuerdo para superar la crisis institucional que atravesaba el país y que le había llevado a sufrir varias dificultades de gobierno y numerosos intentos de golpe de Estado, en un período de menos de cinco meses, Figueras al parecer agotó su paciencia y soltó la lapidaria frase, dando por concluida la reunión.

Al día siguiente, al ver que no se presentaba en su Despacho, el ministro Francisco Pi y Margall, ordenó que fueran a buscarle a su casa. Allí, los criados aseguraron que la noche anterior el Presidente había hecho maletas y salido con destino a Francia. Figueras regresó unos meses más tarde, pero ya nunca pudo recuperar su antiguo prestigio. Quizás si un político hoy, en alguna parte del mundo, se le ocurriera decir lo mismo, se encontraría con la sorpresa de que la mayoría de la población le diría: ¡Estamos contigo! Esto se produciría porque mucha gente piensa como lo hacía otro presidente español, Emilio Castelar: “Aquí en España todo el mundo pre ere su secta a su patria, todo el mundo”.

Figueras, una vez en territorio galo, plasmó su molestia por escrito. El dirigente se lamentaba por un país que estaba hecho un caos, “en el que los ánimos andaban agitados, las pasiones exaltadas, los partidos disueltos, la administración pública desordenada, el Ejército perturbado, la guerra civil en gran pujanza y el crédito en gran mengua”. Era un país ingobernable y presa de la confusión, la ruina y los odios intestinos. Era un tiempo con muchos dinosaurios políticos que vivían del Estado y que solo aparecían en épocas electorales. Parece que España y el mundo en general no han cambiado mucho desde aquellos tiempos hasta esta parte.

La demagogia, el doble lenguaje, la incoherencia, el cambio de postura y la confusión han dejado al desnudo a buena parte de la clase política y han mostrado que conciben su tarea como una pura lucha por la conquista y la preservación del poder, olvidando que la razón de ser y la grandeza de su tarea radican en la defensa de una propuesta formulada en función del interés general cualquiera que este sea, sin actuar en función exclusiva del previsible efecto electoral.

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