El diario plural del Zulia

Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal, por Ángel Rafael Lombardi Boscán

Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal (2006) de Alejandro Moreno Olmedo (1934) es un libro herético como valiente. Su protagonista es un “señor feudal” de la segunda mitad del siglo XVIII asentado en los Valles de Aragua en pleno régimen colonial hispánico. “Padre de Familia”, es decir, miembro connotado de la aristocracia criolla de ese entonces, un mantuano. Dueño de haciendas, casas y esclavos imponía su voluntad por encima de las leyes y las “buenas costumbres” sancionadas por la religión católica. Elías Pino Iturrieta (1944), historiador perspicaz, ha señalado que es a partir de estas relaciones de dominación entre el blanco que manda y el “pueblo” que obedece donde debemos encontrar el germen del personalismo y la arbitrariedad nuestra.

Ese “señor feudal” no es otro que Don Juan Vicente de Bolívar (1726-1786), el padre de Simón Bolívar (1783-1830), tildado de “lobo infernal” por sus hazañas sexuales al perseguir y abusar de sus esclavas e indias de doctrina, “sus ovejas”. Fueron tales los escándalos, en una comarca tan pequeña como la de La Victoria, que estos desarreglos no pasaron desapercibidos para la alta jerarquía eclesiástica que tuvo que comisionar hasta un Obispo para llevar al redil al transgresor acusado oficialmente en San Mateo, 1765, bajo el expediente: “Sobre su mala amistad con varias mujeres”.

El derecho de pernada medieval fue puesto en práctica con sus variantes por Don Juan Vicente de Bolívar cuya debilidad por las niñas queda remarcada por el detallado estudio de Alejandro Moreno Olmedo. Soltero empedernido, finalmente contrae nupcias a los 46 años con la madre del futuro Libertador de apenas 14 años de edad: Doña María de la Concepción Palacios y Blanco (1758-1792).

Los historiadores, prisioneros de la mitohistoria bolivariana, siempre han obviado señalar este oscuro suceso. Fue un español, el humanista Salvador de Madariaga (1886-1978), quién lo presentó por primera vez a la opinión pública mundial en su Bolívar (1951), prácticamente un libro prohibido por nuestros nacionalistas. Posteriormente, y gracias al texto Alejandro Moreno Olmedo, todo un acto de madurez, ya todo misterio sobre tan escabroso tema quedó despejado.

“Señor Ilustrísimo: el conflicto en que me hallo me hace acogerme a su amparo como a mi padre y pastor, porque me veo perseguida por un lobo infernal que quiere, a la fuerza, que me lleve el Diablo junto con él; ese lobo es don Juan Vicente Bolívar, que hace muchos días me anda persiguiendo para que peque con él, siendo yo una mujer casada. Y se ha valido de cuantas astucias le ha enseñado Lucifer, pus mandó a mi marido a los llanos a su hato, a buscar ganado, para tener más libertad para ejecutar su maldad”. Nos dice una de las tantas agraviadas que el expediente documental recoge.

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