El diario plural del Zulia

Paréntesis andino, por Ramón Guillermo Aveledo

Amanece. Tras la neblina de la primera hora, va levantando el sol. Hace frío, al menos para nuestras costumbres. En La Hechicera, cerca del campus de la ULA, que lleva merecidamente el nombre de Pedro Rincón Gutiérrez, y de Los Chorros de Milla, la cabaña que ocupamos está entre un pequeño bosque y unos jardines con ores como recién pintadas.

Los pájaros se oyen y se dejan ver. Un colibrí entra en confianza y llega cerquita de donde leo. Andrés Eloy está presente en esta tierra de su con finamiento en años de dictadura como en su Coloquio bajo el olivo: Por mí, ni un odio, hijo mío,/ni un solo rencor por mí,/no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí,/ni andar cobrándole al hijo,/ la cuenta del padre ruin,/y no olvidar que las hijas/del que me hiciera sufrir/para ti han de ser sagradas/como las hijas del Cid.

Una tarde bajamos a Chiguará, a La Montaña de los Sue- ños, parque temático dedicado al cine, la televisión y la radio de Alexis Montilla, el mismo de los exitosos Los Aleros y La Venezuela de antier. Admiro el formidable optimismo de Montilla, su capacidad de hacer, de no rendirse ante las dificultades de un ecosistema cada vez más hostil. Con eso que a veces me ha preocupado entrever en la nostalgia una simpatía por la mano fuerte y uniformada, pero eso no pasa de ser una nota menor ante su venezolanidad caudalosa y su mensaje positivo y creador, por lo tanto esencialmente libre.

En Mérida, laboriosa y universitaria, se disfruta la rica oferta local, pero la dura realidad nacional no permite que la olvidemos, aunque sea unos días. Enormes colas, anchas y largas, desde la víspera a ver qué se consigue en abastos y supermercados. Comienzan la noche anterior, desafiando el clima.

La cara del sectarismo también se dejó ver. Mukumbarí es la voz indígena que da nombre al teleférico. En vacaciones de 2015 se lo ofrecía abierto, y aunque en abril de 2016 se concluyeron los trabajos y el 29 se anunció una “operación pre-comercial” de tres meses que debió finalizar en julio, no pudimos visitarlo. Todavía en agosto de 2016 era exclusivo para comunas y colectivos, y aún cuando se lo promete a todo el pueblo y al mundo, el atractivo turístico principal de Mérida y quizás del país, es un monumento a la división y la exclusión.

Al dejar constancia de mi protesta, también expreso mi certeza en la esperanza de que esto cambiará. Porque los venezolanos no somos así.

 

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