El diario plural del Zulia

Pancho se fue a la guerra, por Énder Arenas Barrios

E l 4 de febrero de 1992, justo en la madrugada o en las primeras horas de la mañana de ese día, fue la primera vez que escuché su nombre y fue, también, la primera vez que escuché su retórica. Horas antes había tomado por asalto la casa de gobierno y tenía como rehén al gobernador Oswaldo Álvarez Paz. No poca gente, inclusive el mismo Gobernador, sintió admiración por aquel hombrecito de hablarcito muy bajito, con ciertos modismos andinos. Era un tipo que parecía sincero y decente y lo que más le gustó a Oswaldo Álvarez, es que su discurso estaba desprovisto de la jerga propiamente militar.

Cuando habló por la radio lo escuché decir que el movimiento que él encabezaba, junto con otros, reivindicaba valores republicanos y de pulcritud pública, que la corrupción había destruido al país y que era hora que las cúpulas podridas le dieran paso a la decencia y a otra gente honesta y decente. Más o menos eso fue lo que le escuchamos al teniente coronel Francisco Arias Cárdenas. Ese era el nombre de aquel hombrecito, a quien la manga del uniforme le quedaba grande y lo hacía aparecer con su hablar un poco nasal como si estuviera resfriado.

Después de algunos años de estar aquí y de estar allá, con los unos y con los otros, al comandante Arias, le viene como anillo al dedo el mote de “El dialéctico”, por aquello de: “ahora soy, ahora no soy, por tanto seré lo que no creo que soy”.

En verdad el comandante Arias es la versión tropical del Doctor Jekill y Mister Hayde, un tipo que tiene hablarcito de enfermo y joder de “buenisano”, precisamente, con esa fórmula embarcó a una parte significativa de zulianos quienes votaron por él. Muchos dicen que los zulianos cayeron por incautos, pero como diría Cabrujas, eso no es ser inocente, inocente es San Tarsicio mártir, los zulianos fueron unos pendejos.

Pero, bueno, lo sorprendente es ver la nueva versión de Arias: Arias el guerrero. Y es que uno se asombra cuando lo oye y uno se dice así mismo: carajo, no puede ser que el gobernador esté diciendo semejante vaina, no puede ser que esté invocando la confrontación fratricida entre los venezolanos, que por cierto unos están bien armados con verdaderos fusiles de asalto y otros que solo tienen piedras y bolsitas de porquería, que si bien hieden no hieren.

Pero lo que verdaderamente a uno le descompone y a algunos les hiela la sangre es ver la gestualidad del comandante Arias, las manitos chiquitas que se mueven con pasmosa lentitud, arropadas por la manga del saco, con la misma voz algo nasal que utilizó cuando le dijo al gobernador Álvarez Paz “manos arriba, Gobernador y no se mueva” y después, cuando se dirigió en cobertura nacional al país para acusar al comandante Chávez de tener las manos llenas de sangre. Sí señor, con la misma voz nos dijo: ¡Ajá! Agarren sus fusiles (¿cuáles?) Y vamos a enfrentarnos.

Creo que con esas palabras, que quién sabe por qué carajo las dijo y qué estará buscando, Arias se ganó un San Benito que bien jodido lo tendrá para quitárselo.

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