El diario plural del Zulia

Órdenes incumplidas, por Ender Arenas Barrios

Contrario a lo que se cree, especialmente, con el presidente Chávez muchas de sus supuestas órdenes no eran cumplidas, no solo porque algunas de ellas eran algo extravagantes, como aquella orden dada al Ministro de Defensa, que creo que se apellidaba Briceño. Acuérdense de aquel ministro que se hizo famoso por haber entrado entrance en un culto evangélico delante de cientos de personas, la orden en cuestión era el envió inmediato de diez batallones a la frontera colombiana para decirle a Uribe que la muerte de Raúl Reyes no se iba a quedar así como así; pues, la obligación de todo revolucionario frente a tal hecho era entrar en acción para hacer pagar “el crimen”. La orden, por supuesto, cayó en el vacío, pues el General Briceño no se dio por enterado.

Otras órdenes dadas eran echadas para atrás por el propio Chávez, justo después que terminaba la alocución. Así sucedió, según nos recuerda Gerver Torres, por ejemplo, el 29 de abril, el presidente Chávez, en cadena nacional de radio y tv, le ordena a Rodrigo Cabezas, ministro de finanzas entonces, que prepare la cuenta solicitando el retiro de Venezuela del FMI para firmarla esa misma noche.

¿Qué les cuento? Rodrigo Cabezas, esmollejadísimo hizo esa vaina y se la presento a Chávez, no bien había terminado la cadena, justo antes de las doce de la noche y, Chávez, solo le dijo: pareces bolsa Rodrigo, eso fue una joda mía. Demás está decir que la renuncia de Venezuela jamás se llevó a cabo, aunque la habladera de paja sobre el Fondo, como el monstruo del imperialismo sigue igualito a la de aquella ladillisima noche de la cadena en la que se interrumpió el primer juego de la temporada entre los Yankees y Boston.

Igual o peor ocurre hoy con Maduro, nadie parece pararle bola, el hombre ordena que renuncien los ministros: “he ordenado, a los ministros que pongan sus cargos a la orden”, como si hubiera dicho nada, pues fue solo dos meses después que algunos ministros, no es que pusieron la renuncia en la mesa, sino que Maduro tuvo que cambiarlos por otros, que por lo demás, solo duraron un mes en el cargo.

Maduro no ha dejado de ordenar, eleva la voz, imita las inflexiones de Chávez. El hombre sigue ordenando, así dice: “he ordenado a los militares que tienen funciones en la administración pública que se retiren a sus cuarteles” y, entonces, sucede que los popularmente llamados “los periquitos” (por lo verde de sus símbolos, y hablo no solo del uniforme) les hacen la señal de costumbre y el presidente Maduro resuelve que no solo se retiren de sus cargos sino que además le concede la la entrada en al negocio petrolero, de mina y de gas, además de otras dieciséis empresas.

El hombre se pone al frente de lo que él llama la guerra económica y ordena la eliminación del dólar paralelo, a quien le va a torcer el brazo y este se burla como si tuviera vida propia y manda al carajo al recién instalado sistema cambiario.

Estamos así, por el desorden de lo ordenado y mandado, en el peor de los dos mundos: un presidente que cree mandar sin autoritas y un pueblo que espera y sufre a que todo cambie.

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