El diario plural del Zulia

Orar en todo tiempo, por Jaime Kelly MSC

Para conocer a Dios es necesaria la oración. La oración es un diálogo con Dios. El diálogo con el amigo, con el ser amado, fortalece la relación, la hace estable, duradera y solidaria en toda circunstancia. Nuestro diálogo con Dios nos acerca más a Él, nos permite experimentar su Gracia, su Paz y nos inspira en el obrar de nuestra vida.

La oración nos llena de la suavidad y dulzura de Dios. Lamentablemente, ¿cuántos cristianos realmente son fieles y constantes en la oración? Muchas veces la oración sólo se manifiesta en ocasiones, como un grito de auxilio, en situaciones de apremio, de miedo, de desesperación, o bien, cuando simplemente se desea obtener una meta, realizar un proyecto, o cumplir un sueño.

Esta reflexión viene a mi mente y a mi corazón, después de leer una anécdota contada por una maestra de catequesis sobre la respuesta de una niña en su clase de catecismo. “Cuenta la maestra que en una clase les preguntó a todos los niños: Si ellos se acordaban de rezar. En medio de las voces de todos se destacó la de una niña que levantaba la mano y decía: ‘¡Seño, seño, yo quiero responder!’ . Y la maestra le dijo: ‘A ver Carolina, ¿tú rezas todas las noches?’ Y la niña entusiasmada respondió: ‘¡Sí, señorita, todas, todas; no paso ni una noche sin rezar!’. ‘¡Ah! Muy bien’, le respondió la maestra y luego le preguntó: ‘Y las oraciones de la mañana, ¿también te acuerdas de hacerlas?’. La niña le respondió: ‘¡No, señorita, de día no tengo, miedo!’”.

Aunque parezca una respuesta inocente y un tanto graciosa, lamentablemente es la realidad de muchos hombres y mujeres que sólo buscan a Dios en la tribulación, en la noche oscura, y luego se olvidan de acercarse a Él para alabarle, para agradecerle, para interceder por otros.

Nuestra oración no debe ser sólo por nuestros intereses o el de las personas que amamos. Debe ser una oración además por el mundo que nos rodea con sus injusticias e imperfecciones, para alcanzar para todos la Misericordia de Dios.

Pablo nos exhorta en su carta a los Efesios: “Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo, según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones, sin desanimarse nunca, intercediendo a favor de todos los santos, sus hermanos” (Ef 6,18). Con estas palabras nos invita a la oración personal y a la oración comunitaria (entre amigos, familia, grupos de oración).

La oración es el arma más poderosa del creyente, bien sea la oración de alabanza, de acción de Gracias, de súplica.

Hemos de alabar a Dios por su grandeza, su poder, su bondad, su belleza. Hemos de darle gracias por su amor, su misericordia, su paciencia, su providencia y protección. Hemos de orar en todo tiempo y sin desanimarnos jamás, como nos dice el salmista: “Pero yo clamo a Dios, y el Señor me salvará. De tarde, de mañana, de mediodía”… (Sal 55 (54), 17-18), y Pablo lo reitera: “Oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; esta es por voluntad de Dios su vocación de cristianos” (1Tes 5,17-18).

Acerquémonos a Dios en oración, como el mismo Señor nos enseñó, y a ejemplo de nuestra Madre María, la mujer orante, para que asciendan al cielo, nuestras súplicas y desciendan sobre nosotros las bendiciones de Dios. Oremos por nuestras familias, por nuestra Patria Venezuela, por el mundo entero, junto a nuestra Madre María de Coromoto. Bendiciendo en todo momento.

 

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