El diario plural del Zulia

El noviazgo, escuela de amor, por Antonio Pérez Esclarín

La celebración del Día de la Juventud y del Día del Amor me brinda la oportunidad de insistir en la necesidad que tienen los jóvenes de asumir el noviazgo como una escuela para aprender el amor, que les permitirá entender y vivir el matrimonio como una comunidad de amor. El noviazgo es un tiempo para conocerse a fondo, para ver si los proyectos de vida coinciden, para irse preparando para un compromiso total y definitivo. Desgraciadamente, muchos jóvenes no tienen la menor idea de lo que esta palabra significa. Algunas parejas reducen su noviazgo al binomio pelea-reconciliación. Discuten, muchas veces por pequeñas cosas que podrían solucionarse con un poco más de diálogo y de madurez; se separan y luego se vuelven a reconciliar… Un buen día se casan, y ¡oh, sorpresa! “mientras fuimos novios él (o ella) no era así”. Probablemente sí era así, pero no hubo tiempo de noviazgo real para comprobarlo.

Y es que el noviazgo tendría que ser realmente una escuela de amor. La escuela en la que dos jóvenes se conocen a fondo y aprenden a amarse de veras, a desprenderse de sí mismos para darse al otro y dar vida a otros, sus futuros hijos. Casi me atrevería a decir que de un buen noviazgo depende un buen matrimonio. La calidad de un buen noviazgo consiste en ser sinceros el uno con el otro, en aprender a donarse mutuamente, en aprender a ceder, a compartir los gustos del otro, a conocerse mutuamente y aceptarse.

El noviazgo debe ser realista. El verdadero amor es ilusionado, pero no ilusorio. Los novios deberían tener siempre presente la clásica expresión de Saint Exupery: “Amarse no es tanto mirarse uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección”. El amor no es contemplarse y saborearse mutuamente, sino entregarse ambos a las mismas realidades que comprenden y rebasan los límites egoístas del yo, mediante el esfuerzo y el sacrificio. Si el noviazgo es meramente un tiempo para divertirse y pasarlo bien, para explorar los cuerpos y no los sentimientos y los proyectos, pronto se llegará al descubrimiento de estar viviendo con un desconocido. El matrimonio supone un caminar juntos al encuentro del otro, preocuparse y ocuparse por la felicidad del otro, encontrando en ella la propia. El amor es una construcción nunca acabada que vitaliza la creatividad y transforma a las personas.

El matrimonio debe entenderse como un noviazgo eterno, que exige mucho cuidado, abnegación y disciplina. La indiferencia lo gasta y la violencia lo destruye. Para mantener vivo el amor y superar las dificultades y conflictos que sin duda vendrán pues no existe el matrimonio perfecto, es muy importante cuidar los detalles; mantener el buen humor; ser muy comprensivo; cuidarse físicamente para poder ser una ofrenda más agradable; evitar todo lo que desagrada al compañero; escuchar con atención y comunicarse siempre, pues al amor hay que alimentarlo primero con la palabra; ser honesto y muy sincero; evitar la rutina y la monotonía en todo, también y especialmente en la vida sexual. No olvidemos que hogar tiene las mismas raíces que hoguera, y si al fuego hay que alimentarlo para que no se apague, igualmente al matrimonio. Por ello, el matrimonio tiene que ser juego y fuego, detalle y pasión.

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