El diario plural del Zulia

Nobleza venezolana, por Francisco Arias Cárdenas

El pueblo venezolano sigue creciendo en conciencia política. A pesar de todas las tácticas de guerra y esfuerzos mediáticos desplegados por la ultraderecha, a pesar de las dificultades económicas, sigue firme en su negativa a enrolarse en la espiral de violencia que la oposición extrema insiste en crear en el país, para abrir la puerta del intervencionismo extranjero.

Ante esa lucidez popular, que diferencia claramente el justo derecho a la protesta pací ca, y al reclamo por acción e caz de gobierno, los enemigos del bolivarianismo van recurriendo a mecanismos cada vez más abyectos para incitar a la población al enfrentamiento violento. No tienen otra explicación acciones repudiables por toda alma sana, como son incendiar un hospital, un vehículo para el socorro de mascotas, la destrucción de bienes públicos, el derribamiento de una estatua de Chávez y la utilización de urnas funerarias como barricadas. La utilización de niños en los actos de terrorismo nos hiere en lo más hondo de nuestro ser como padres y gobernantes. Parecen actos desesperados que buscan herir la esfera espiritual donde se anidan la nobleza y los afectos de la gente, con la intención de provocar una reacción visceral, virulenta.

En contraste, aparece la valiente llamada del presidente Maduro a una Constituyente, una convocatoria a la más general de todas las elecciones: una oportunidad para que los ciudadanos analicemos y escojamos con voto directo los cambios necesarios, los nuevos caminos de participación en el Gobierno y la evolución de los modelos económicos y políticos.

La reacción iracunda y en negación a ese llamado democrático por parte de la ultraderecha —la misma que saboteó el diálogo— es incoherente, pues desde hace años ha esgrimido como su excusa un cambio de modelo, aunque nunca ha ofrecido propuestas claras.

Esta Constituyente espanta al fantasma de la violencia. Con nuestro aplauso al noble pueblo venezolano, y con entusiasmo de pioneros, vamos a participar en este proceso de evolución al que la historia de hoy nos convoca.

 

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