El diario plural del Zulia

No a la intolerancia y la venganza, por Antonio Pérez Esclarín

Pareciera que el gobierno está apostando a la violencia y la guerra. En vez de bajar el tono y posibilitar el diálogo y la negociación para salir del caos, utiliza un lenguaje amenazante y guerrerista, y proclama que si la revolución no se logra mantener con votos, la defenderán con armas. Lo peor es que las palabras van acompañadas de acciones cada vez más represivas que siembran muerte, rabia y odio. Y cada día temo más que esta larga crisis desemboque en una orgía de sangre y de venganza.

Uno entiende que los ánimos estén caldeados y que la gente se sienta muy desesperada al palpar que los caminos pacíficos emprendidos por la inmensa mayoría pareciera que no hacen ninguna mella en los que se aferran al poder a como dé lugar, y parecen indiferentes ante la prepotencia de los delincuentes que aprovechan la situación para robar y saquear.

Pero no podemos dejarnos dominar por la tentación del odio y la venganza. Debemos tener bien amarrados los impulsos negativos e impedir que a oren nuestros peores demonios. Para ello, necesitamos calmarnos, orar mucho y recordar que la violencia sólo engendra mayor violencia y que con ella será imposible construir la paz y enrumbar a Venezuela por los caminos de la reconciliación, la paz y la prosperidad. Necesitamos, en breve, una larga cura de silencio. Silencio para ir a la raíz de nuestros sentimientos y anhelos más profundos y apaciguar los corazones. En consecuencia, hay que aislar a los violentos y quitarles todo tipo de protagonismo. Los genuinos políticos, si buscan un mejor destino para Venezuela, deben denunciar sin titubeos su conducta y separarse radicalmente de su forma de actuar, aunque en estos momentos ello les suponga perder popularidad. No podemos utilizar las mismas armas o métodos que criticamos en los violentos que adversamos. Debemos derrotarles a base de una resistencia paciente, firme y no violenta, profundamente ética y moral y demostrarles con las palabras y los hechos que no compartimos su conducta ni sus acciones inmorales.

No es posible que la gente sea maltratada, golpeada o linchada simplemente por ser chavista, o que los militares deban vestir de civil en los sitios públicos para no ser pitados o abucheados. Dentro del chavismo, sobre todo entre el pueblo sencillo, hay mucha gente generosa y buena que se aferraron al sueño de una sociedad próspera e igualitaria que les vendió Chávez y no se resignan a abandonar ese sueño. Y sin duda que hay muchos militares honorables que deben estar sufriendo en carne propia la situación que vivimos y hacen todo lo posible por evitar un mayor enfrentamiento violento o incluso una guerra civil, como amenaza el Presidente si no se realiza la constituyente.

La salida de la crisis no puede desembocar en una feroz persecución de los adversarios. Debemos recordar que todos somos venezolanos, con derecho a pensar de un modo distinto y que, incluso, somos hermanos. En consecuencia, debemos estar abiertos no sólo a la justicia, sino también al perdón. Perdonar no es olvidar: es recordar sin amargura, sin dolor. Si no perdonamos seguimos encadenados al odio y al deseo de venganza. En palabras de Lacordaire: “¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona”.

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