El diario plural del Zulia

Ni decentes ni pensantes , por Roberto Hernández Montoya

Es deber perdonar la imbecilidad; no la arrogancia, sobre todo cuando se fusionan. La oposición lleva 18 años sufriendo derrotas perfectas, incesantes, irrecuperables, pero al mismo tiempo machacando con arrogancia incansable que son «la gente decente y pensante de este país». Decencia no sé —lo dejo a la labia de los hechos—, pero me permito dudar de su mollera. Sus errores son deslumbrantes.

Sus disparates alucinantes. El último es no participar en las municipales y denunciar que perdieron por fffRRRaude. O sea, pierdo porque no juego y denuncio que me ganaron
con trampa. No doy pruebas, no insistas. Yo no entiendo. En 162 días tuvimos tres elecciones históricas, y en un ip- ap tras otro confunden a su electorado: Ora sal a quemar
gente viva, ora sal a votar en paz, ora no votes porque habrá fffRRRaude, etc. Gregory Bateson, el antropólogo, sociólogo, psicólogo, filósofo, lingüista y cibernético estadounidense,
o sea, un genio, formuló su famoso «doble vínculo» (double bind), según el cual dos estímulos contradictorios y simultáneos inducen locura. Ahí tienes al loco Hamlet —«ser
o no ser».

Temo que este double bind opositor no es accidental, sino una treta del imperio: inducir incertidumbre perpetua, que ríete de Heisenberg —la oposición tiene su cuántica, no
creas. Trump decreta a Jerusalén capital de Israel y me digo: no puede ser que nadie le advierta que solo va a agudizar elcon icto palestino-israelí, pero igual me pregunto: ¿Es que
el anaranjado Trump no quiere agudizar ese enfrentamiento? Si es loco es como Hamlet, «hay método en su locura». Es decir, mantener el mundo a cola alta, en histeria, vértigo,
mareo, arrebato, agitación, al borde de un ataque de nervios, diría Almodóvar. Pescar en río revuelto. Hasta la naturaleza colabora con huracanes y terremotos mil, aunque
en Venezuela sabemos qué hacer cuando la naturalezase opone.

Nos han aplicado el manual completo del caos. Solo faltan los bombardeos humanitarios. Y el resultado está a la vista: en Venezuela no funciona ese recetario. Pero son versátiles
en el error, diría Jorge Luis Borges, y persisten en errores disciplinados, como los llamaría Michel Foucault. Mejor así.

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