Leopoldo en desobediencia, por Douglas Zabala
Cuando pensábamos que los tiempos de la reja y el cepo en Venezuela serían cosas del pasado, nos cayó la desgracia de tener por presidente a un personaje mediocre y represivo, quien todo lo quiere resolver con prisión o muerte. Con Leopoldo no ha podido, es irreductible, allí está en la antesala de la calle, al igual que Ledezma, Ceballos y el resto de presos políticos. Muchas interrogantes y dudas han traído la decisión del TSJ al otorgarle una medida sustitutiva de encarcelamiento. Eso jamás tendrá trascendencia ante el fulminante hecho de que ha sido la calle y no Maduro quien ha provocado el acercamiento a su libertad definitiva. Solo quienes han estado tras las rejas jamás olvidarán que la libertad no tiene precio, sino pregúnteselo a Gandhi, Mandela y al expresidente Mujica, quienes, a fuerza de coraje, destruyeron con sus indoblegables conductas los barrotes que pretendían arrebatarles su condición de seres libres. Ya lo diría el Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”. Valdrá la pena deslizarse por el tortuoso camino de la juridicidad y sus enrevesados artículos procesales. A quién pudiera interesarle saber si la decisión correspondió a que Lilian le envió una misiva a Tarek o si Maikel observó que a Leopoldo le estaba cayendo mal el frío de las paredes de Ramo Verde, y por eso lo mandó a su casa. El asunto va más allá de saber si con la decisión madrugadora se ha presentado un conflicto de competencia, porque al tener sentencia firme, le debió corresponder tomar la decisión al Tribunal de Primera Instancia en funciones de sentencia y no al TSJ. Con la pérdida de la primera República se instala una dictadura en manos del español Domingo Monteverde. Este invasor militar, lo primero que hizo fue violentar los acuerdos de diálogo y armisticio propuesto por nuestros próceres, embistiendo con ello, contra la recién creada Constitución, señalando a sus defensores como agitadores de una sociedad de bandoleros, alevosos y traidores. Durante el resto del siglo XIX nuestra historia estuvo marcada por alzamientos y rebeliones acompañadas de sus presos políticos. Si algo caracterizó a la dictadura de Gómez fue mantener atestado sus recintos carcelarios de reos políticos. Hasta en la democracia representativa, muchos fueron a parar con sus huesos a prisión, por adversar a Betancourt, Leoni, Herrera y Caldera, incluso Chávez y Diosdado se dieron su paseo por Yare; de manera que tampoco es algo novedoso que Nicolás mantenga en chirona a sus adversarios políticos, lo llamativo es ver las formas descaradas de cómo en pleno siglo XXI este sátrapa viola sus DD. HH. López no será el último preso político de esta azarosa República, pero cualquiera que haya estado en su condición, sabe el costo de estar en manos del enemigo. Hay que armarse de fuerza y fe para poner en riesgo una medida, que, al n de cuentas, pudiesen suspendérsela; sin embargo, Leopoldo, en la primera oportunidad de hablarle “libremente” al mundo, entró de nuevo en desobediencia civil al señalar: “Si mi compromiso de lucha me lleva nuevamente a la cárcel estaré dispuesto, hoy reiteró mi lucha por la Libertad y la Democracia del país. Mañana a la calle”.