El diario plural del Zulia

Las expectativas y la cultura de la desconfianza, por Manuel Ocando

En muchas de nuestras facetas de la vida las expectativas tienen una gran importancia. Ellas nos permiten esperar que las personas actúen de una u otra manera. Sin embargo, en ocasiones, las expectativas son decepcionantes. Las expectativas no dejan de ser creencias erróneas sobre los actos de otra persona que, probablemente, no se sucedan como nosotros pensamos en nuestra mente. Convirtiéndose, así, en una trampa. Muchos de los problemas que nos afectan surgen por esas creencias que tenemos en los demás. Imaginamos que actuarán como lo haríamos nosotros y no nos damos cuenta de que, quizás, la realidad nos sorprenda de una manera diferente a la que pensamos. Otra de las opciones que debemos considerar es que, a veces, las personas fingen su forma de ser. Pueden mostrarse de determinada manera y, a la hora de la verdad, cambian de parecer y se transforman en todo lo contrario. Todo esto provoca que nos decepcionemos, que perdamos la fe en las personas y que empecemos a desconfiar de todo lo que nos digan. No resultaría original afirmar que muchos ciudadanos están hartos de los políticos en Venezuela. Pero quizá no seamos tan conscientes de que también hay muchos políticos que empiezan a estar hasta las narices de la doble moral que demuestran a veces muchos de sus conciudadanos por su comportamiento. Por supuesto, nadie está dispuesto a reconocer en público esto último y menos aún a expresarlo o tuitearlo con facilidad. Y mucho menos aún siendo político o militante de oposición en un Gobierno tan autoritariamente arraigado como es el régimen actual.

Muchas veces no entender la naturaleza de la política y de los políticos que se dedican a ella alimenta en muchos ciudadanos sentimientos generales de decepción, antipatía y rechazo. Según algunos politólogos, la trampa de las expectativas políticas surge de grandes contradicciones que están en nuestras expectativas respecto de los políticos entre las que se pueden destacar, entre otras, las siguientes: la mayoría de las veces esperamos de los dirigentes políticos que lideren, que establezcan orientaciones a la ciudadanía y, a la vez, que estén dispuestos a ser dirigidos por los ciudadanos; otras veces esperamos tener líderes políticos que se mantengan fieles a sus principios ideológicos y programáticos y que, a la vez, estén dispuestos a renunciar a ellos, es decir, que también sean pragmáticos y alcancen acuerdos en todas las grandes materias con sus oponentes.

En Venezuela no ha sido fácil mantener como una unidad monolítica, la MUD, siendo integrada por un grupo tan heterogéneo y con intereses tan diversos frente a un partido de gobierno y un Gobierno tan autoritario en donde solo una cúpula autocrática toma muy fácilmente las decisiones que, por cierto, todas convergen en mantenerse en el poder y la mayoría de las veces siguiendo las directrices sin titubeo que le envían desde Cuba. La trampa de las expectativas surge de un injustificadamente alto grado de exigencia respecto a los dirigentes políticos, que siempre se verá desmentida por la realidad y que puede conducir a la antipolítica o rechazo de aquellos ciudadanos desencantados que simplemente esperaban demasiado de sus representantes. Esta cultura de la desconfianza se manifiesta en una visión hipercrítica de la política y de los políticos, que se traduce en los frecuentes prejuicios con que muchos ciudadanos abordan tanto la vida pública como la vida privada de los políticos.

Seamos coherentes y realistas, empezando por ser consistentes con las decisiones que tomamos masivamente y la ruta que les marcamos a nuestros dirigentes en nuestras decisiones soberanas. Solo así lograremos salir de este desgobierno y recuperar la democracia, la justicia y la libertad.

Lea también
Comentarios
Cargando...