El diario plural del Zulia

La viga en el ojo propio, por Luis Fuenmayor Toro

Los intelectuales chavecos perdieron el brillo que tuvieron en el pasado adecocopeyano, cuando efectuaban sus críticas valientes a aquellos Gobiernos y describían lo que consideraban debería ser el futuro de la Nación y el Pueblo venezolano. Periodistas, hombres de letras, economistas, politólogos y otros, conquistaban audiencias y ponían su grano de arena en las luchas por la liberación e independencia nacional, contra la explotación y miseria del pueblo y en función de las movilizaciones y la lucha popular. Recuerdo a varios que no mencionaré, pues no se trata de una valoración personal sino colectiva de lo que sucedía y del cambio habido hoy en sus conductas.

Enfrentaron la apertura petrolera de CAP II y de Caldera II, adversaron las empresas mixtas, la entrega de nuestros recursos y el artículo 5 de la reversión petrolera, pues establecía una excepción al manejo exclusivamente nacional de la industria, por donde se podrían colar de nuevo las transnacionales en la administración de nuestro recurso fundamental, como en efecto ocurrió y ocurre. Creían en la inmunidad de jurisdicción, en el derecho de manifestar sin tener que solicitar permiso; se oponían a la represión en todas sus formas y se batieron en las calles y en la prensa para conquistar la prohibición legal del uso de armas de fuego en el control de las manifestaciones.

Bastó que llegaran al poder, que sintieran de cerca sus placeres, que los disfrutaran, desde reconocimientos, condecoraciones, edición de sus obras, diputaciones y cargos gubernamentales, hasta el enriquecimiento ilícito, para que toda aquella conducta se abandonara rápidamente.

Hoy aúpan la neo-apertura de la Faja del Orinoco y las explotaciones del Arco Minero, las asociaciones con transnacionales y la extraterritorialidad de sus actividades; avalan decretos siniestros, como el que permite el uso de armas de fuego en el control de manifestaciones, aplauden la existencia de estudiantes presos, sin fórmula de juicio y acusados falsamente de terroristas.

Hoy, les parece muy sano que solo ellos puedan manifestar en el municipio libertador de Caracas y que sus “colectivos” armados agredan a los contrarios al Gobierno, de la misma manera que lo hacían los cabilleros de Acción Democrática en el pasado adecocopeyano. Atrás quedaron sus denuncias ante el cierre de medios de comunicación, ante el robo generalizado de los fondos públicos, ante el control de jueces y sentencias por las mafias judiciales. Imitaron y repitieron todo lo que criticaron, lo perfeccionaron y lo llevaron a niveles inimaginables. La cobardía los invadió. La podredumbre es tal, que Maduro se permite amenazar como si fuera un dictador de los latinoamericanos del pasado o de ciertos africanos y eurásicos del presente, y esta depravación se le toma como una gracia y una demostración de fortaleza.

 

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