El diario plural del Zulia

“La vida eterna es el regalo de Dios”, por Jesús Salom Crespo

Luego de una titánica lucha contra el tiempo y los efectos devastadores de una enfermedad, desapareció físicamente mi sobrina Andrea “Tita” Crespo San Martín. Una hermosa joven de ojos azules como el cielo, de sonrisa cantarina que nos alegraba aún en los días en que la tristeza, el dolor y la angustia nos laceraban el corazón y una pertinaz lluvia empañaba nuestros ojos. Marchó al encuentro con Dios a sus 21 años de existencia terrenal, dándonos una lección de fortaleza espiritual, de humildad y de conformidad con los designios de Dios y encomendada a nuestra santa Virgen de Chiquinquirá de quien era el devota.

Como seres humanos es difícil entender la paradoja en que vivimos. A la angustia por perder a mi princesa a tan joven edad y lejos de su amada Maracaibo, se opone la alegría de despedirla con un ¡hasta luego! Y damos gracias al Señor por habernos permitido tenerla junto a nosotros, alegrando nuestras vidas con su presencia y dejándonos inolvidables recuerdos como aquella dulce vocecita que me recibía con un “papiiii”. Estoy seguro que mi padre, el tío Guido y sus abuelos la recibirán con los brazos abiertos para guiarla, cuidarla y todos juntos disfrutar en la mansión celestial.

Tita partió envuelta en la luz de Dios, en el tiempo litúrgico de Cuaresma que es de recogimiento y reflexión; de preparación para la conmemoración más importante del mundo cristiano: la Resurrección de Jesús de Nazaret, piedra angular de nuestra fe y de la esperanza del perdón de nuestros pecados, del derecho de estar en presencia de Dios y a la vida eterna por intermedio de Cristo.

Como buena católica, Tita confió en Dios y en su palabra y por eso se mantuvo en conversación permanente con Él mediante la oración, proporcionándole las fuerzas su cientes para regresar en noviembre del año pasado a su amada Maracaibo, a tiempo para despedirse de su familia y amigos. No le observamos dolor, angustia o tristeza, tan solo un gran alivio, serenidad, paz y alegría. Con entereza nos consoló y pidió oráramos para aceptar la voluntad del Señor.

“Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia” (Flp 1, 21) desde lo más profundo del corazón expreso mi afecto y consideración a sus padres, mi primo hermano y compadre, Guido Gerardo Crespo González y Soledad San Martín de Soto, al resto de nuestra familia y a sus amistades. Sobrina bella que nuestro Dios y la Virgen de Chiquinquirá te reciban en su reino para siempre. Eres y serás un gran ejemplo de lucha para todos nosotros. Te amaremos por siempre.

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