El diario plural del Zulia

La revolución que necesitamos, por Énder Arenas Barrios

Se puede emplear el poder político para producir en la sociedad tres posibles efectos: conservar, restaurar o cambiar el orden social. Obviamente que el chavismo, que en principio apareció como una fuerza del cambio y ofreció el logro del bien común, de manera “plena y absoluta como la luna llena” (esta vaina le gustaba a Chávez decirla en cualquier ocasión en la que cupiera la luna llena, tal vez le sonara poético), la grandeza del Estado nacional y la construcción de una sociedad socialista, hoy se convirtió en una fuerza conservadora y hasta reaccionaria, tratando de restaurar un modelo que ha fracasado en todos los países que se implementó y que el chavismo nunca se ha preguntado críticamente por qué carajo podía funcionar en Venezuela.

Por supuesto, lo ofrecido ha resultado todo lo contrario y muy parecido a lo que se logró en, por lo menos 23 países (o sea todos), donde se implementó el modelo socialista, esto es, se ha producido miseria, hambre, desesperanza y desencanto, se ha destruido física y espiritualmente un país que durante muchos años se ufanó de su grandeza.

Queda lo del socialismo prometido y eso, sí es verdad que se ha logrado, solo que ha asumido la forma de unos de los populismos más ramplones (todos han sido ramplones) que la historia de América Latina ha conocido, especialmente en su versión madurista, pues Maduro no lidera nada y carece del carisma que por lo menos Chávez tenía.

Por lo tanto, el socialismo del siglo XXI, versionado en forma de populismo autoritario, se ha transformado en la página más negra y vergonzosa de nuestra historia y por tanto, los venezolanos, deberíamos borrar definitivamente.

Así que frente a la confusión, el desorden, los bandazos, ese no saber a dónde se va y qué es lo que se quiere (que no sea el poder, por el poder, por el solo regusto a masturbarse con él), a este arrastrar problemas, agravarlos y crear otros sin resolver absolutamente nada, estimo que la salida es levantar al ciudadano y convocarlo para la construcción de un vasto movimiento revolucionario, que refunda el orden social, político y económico bajo los parámetros de la democracia liberal, es decir, un modelo que recupere las formalidades democráticas, de hecho sin formalidades democráticas tampoco hay democracia. Por ejemplo: recuperar la representatividad y evitar las dictaduras de mayorías o minorías que asumen sus normas minoritarias, como si fueran mayorías, de eso, el PSUV nos tiene hartos, sujeción al estado de derecho que debe estar normado por la Constitución, protección de los derechos fundamentales (libertades individuales y colectivas), respeto por el debido proceso, respeto a la intimidad, a la propiedad privada, la igualdad ante la ley, respeto a la libertad de expresión, tolerancia, pluralismo.

Solo pediríamos que todos los dirigentes que propugnan un cambio por la democracia, estén a la altura de las exigencias del momento. Solo eso y creo que no es mucho o ¿lo es? O soy yo, que después de todo: la crisis de sociedad que hoy vivimos y que monopolizo, como toda crisis, nuestra vida cotidiana me he convertido en un liberal un poco anacrónico. Después de todo, he perdido el gusto de leer a Isaac Deutscher, el biógrafo de Trosky y me he decantado por Cosío Villegas.

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