El diario plural del Zulia

La revolución inmortal

Arthur Koestler ingresó en el Partido Comunista en 1931 y viajó pocos años después a la Unión Soviética. Tras la Guerra Civil Española se convirtió en un acérrimo enemigo del régimen de Stalin, una vez que conoció los testimonios de aquellos que habían luchado contra el dictador soviético. No eran aquellos años fáciles para oponerse a un régimen que vivía plácidamente con la complicidad de algunos países. El Partido Comunista tenía una gran fuerza en Europa y la ideología leninista aún no había mostrado su peor cara ante el mundo, no se había hecho visible en todo su horror. Aun así, Koestler fue valiente y dijo la verdad.

La obra más conocida de Koestleres la novela El Cero y el Infinito, historia de Nicolás Salmanovitch Rubachof, un antiguo bolchevique que fue arrestado, encarcelado y acusado de traición contra el gobierno, que él había ayudado a crear. Rubachof sufrió las consecuencias de lo que él mismo, como representante del Partido, en forma implacable, había llevado hasta las últimas consecuencias, sin conmoverse por la suerte violenta de otros camaradas.Si bien la novela no menciona por sus nombres a los personajes el autor reconoce que los que aparecen en su obra, se basan en la vida de hombres que protagonizaron y padecieron esas circunstancias.

Los interrogatorios a los que es sometido Rubachof tienen como objetivo que se declare culpable de varios delitos como traición, conspiración para asesinar al líder, sabotaje, entre otros. Él no ha cometido ni planificado ninguno de esos crímenes de los que es acusado, a lo sumo en algunos momentos ha dudado de la infalibilidad del Número Uno o del Partido. Este líder de la Revolución, héroe de la guerra civil y Comisario del Pueblo, es detenido en el marco del llamado Proceso de Moscú, que poco a poco, hará desaparecer a la vieja guardia de la Revolución y afianzará el poder de Stalin. El Comisario debió pasar por la maquinaria policial del régimen y acumular en su contra, gran cantidad de expedientes falsos que a la larga se convertirán en “verdades” y lo conducirán a prisión y a la muerte.

Antes del cero nada y después tampoco. O se está con el Partido o se está en contra de él. Cualquier observación, cualquier minucia es observada por el Partido como una traición. De eso hablan los comunistas por estas calles. De eso habla El cero y el infinito: del poder voraz, que no admite réplica pero que sigue su lógica hasta el absurdo. Desde el principio, todos sostienen que “el juicio contra Rubachof es inútil: él no podrá defenderse, porque ya está escrita la sentencia”. Los jueces sentencian lo que diga el Partido porque están comprados o amenazados y están obligados a falsear la verdad.

“El Partido no se equivoca jamás”, decía Rubachof. “Tú y yo podemos equivocarnos, pero el partido no. El Partido, camarada, es algo mucho más grande que tú y que yo y que otros mil como tú y como yo. El Partido es la encarnación de la idea revolucionaria en la Historia…” Y como “en el paraíso no hay criminales” sino culpables o sospechosos de serlo, la última hora de vida del personaje se fija, precisamente, en la pérdida de ese “paraíso”, de ese sueño que se convierte en una pesadilla.

De alguna manera,  El cero y el infinito se acerca al mundo kafkiano, donde el individuo no tiene ninguna importancia frente al poder superior. Pero estos interrogatorios a la disidencia bolchevique y opositora existieron en la realidad y Koestler lo que hizo fue exponerlos en una novela. Pero es un testimonio único de esa vergüenza que recorrió el siglo XX con su pasión totalitaria y que aún persiste como un tumor maligno en algunos países.

Tanto los interrogadores como el acusado, en alguna medida comparten la misma lógica de revolucionarios, y una serie de premisas como la razón histórica a la que deben responder, la confianza en la misión del Partido, el acatamiento a todas y cada una de sus decisiones y disposiciones, su lugar en la Historia y la importancia de preservar y defender la Revolución ante realidades adversas, para el futuro de la humanidad. En los primeros encuentros entre Rubachof y sus verdugos, se desarrolla un enfrentamiento dialéctico en el que uno de ellos expone y justifica la necesidad de acatar y someterse al Partido para evitar divisiones que pudieran hacer peligrar el proyecto de esta nueva sociedad por la que ambos han luchado, lo cual es contrastado por las dudas que el prisionero expone. Posteriormente sometido a presiones de los jueces, escogidos a dedo, Rubachof se declarará culpable.

*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE

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