El diario plural del Zulia

La revolución inglesa y la involución cubana, por Claudio Nazoa

En los años sesenta, los Beatles encabezaron una insurrección en el espectro musical, e iniciaron una auténtica revolución universal que cambió la forma de ver la vida en el mundo. A la par, emergía otro insurrecto: Fidel Castro, quien con su carisma natural, y bajo la titánica y atractiva  gura de líder, sedujo a muchos con incipientes preceptos de la revolución cubana.

La poesía, la música y la ciencia nunca han sido bonitas cuando se dedican a caudillos, führers, dictadores o comandantes. Sin embargo, en épocas pasadas, grandes poetas, intelectuales, músicos y científicos, enceguecidos por ideologías de las que luego renegaron, escribieron loas a Juan Vicente Gómez, a Stalin, a Mao y a Hitler.

El arte debe estar al servicio de la belleza universal, no al servicio de héroes revolucionarios ni de militares, ni de gobiernos, aunque sean democráticos. El arte no debe estar al servicio de líder alguno. De ser así, termina en panfleto.

Por eso suenan cursis las canciones y poemas que las revoluciones les han dedicado a sus héroes, no importando si eran ateos, se portaron bien o arruinaron países. ¿Han escuchado esta?: “Nadie piensa que se ha ido, fue un momentico a la misa y va a volver con Sandino, con el Che, Martí y Bolívar”. Los comunistas son buenos para inventar eslóganes y cancioncitas llorositas y tristes, en donde ellos son víctimas.

Fidel Castro, no contento con devastar a su pueblo, se ha apoderado del nuestro y ha contribuido a llevarlo a la ruina. Se aprovechó y se benefició de un militar con las características de los gorilas del Sur, con la desventaja de que, dicho militar, no poseía ni la inteligencia ni la cultura de su mentor. En mala hora llegó al poder en Venezuela ese caudillo llamado Hugo Chávez, quien, al parecer, falleció por causas naturales, dejando una herencia de destrucción, de desunión y de corrupción, contra la cual estamos luchando. Van 17 años de la debacle. No importa cómo se piense ni en qué se crea. Ya no es importante ser de izquierda o de derecha. Aquí se trata de enfrentar las consecuencias de una hecatombe destructiva, producto de un gobierno de ineptos. Lo importante, y lo triste, es ver a los habitantes de un país tan rico y próspero como Venezuela, convertidos en indigentes para adquirir los productos básicos.

A estas alturas, amo la revolución inglesa de los Beatles, y rechazo la involución de Fidel y Raúl Castro, culpables de la destrucción de su país y del mío.

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