El diario plural del Zulia

La lección de Colombia, por Francisco Arias Cárdenas

Con verdadera alegría de hermano celebremos la firma del acuerdo de paz de Colombia. Ha sido un proceso de casi cuatro años, en los cuales el acompañamiento de Venezuela y las iniciativas de Hugo Chávez han sido fundamentales. Así termina un capítulo de 52 años de destrucción y de muerte, que ha dejado una cantidad incuantificable de víctimas fatales y millones de desplazados, sin solucionar las causas de injusticia social que dieron origen al conflicto.

Durante más de medio siglo hemos compartido con los colombianos parte de su dolor de destierro y sus consecuencias. Generaciones enteras vinieron a Venezuela buscando refugio, salvar la vida, garantizar un futuro, dejando atrás a sus difuntos, sus afectos y sus cultivos. Se sembraron aquí, entre nosotros, y hoy podemos estar a su lado viendo el inicio –así se han comprometido las partes, Gobierno y FARC-EP– de una nueva era en la que las decisiones se dialoguen y los derechos se respeten por la vía de la política de altura, de la ley justa y de la ética, sin armas de destrucción.

El sufrimiento generado por una guerra siempre supera las cifras de muertos, heridos y pérdidas. Es una dimensión humanamente imponderable, que mina las raíces del pueblo, retrasa su desarrollo material y su evolución espiritual. Esto es algo que deben entender los adictos a la violencia, a las invasiones e injerencias armadas. La reciente cumbre del MNOAL fue un claro llamado a la paz internacional basada en el respeto a la soberanía y la justicia.

El amor y la vida siempre vencen al odio. Esta es una lección que debemos internalizar todos. Como hermanos, los venezolanos debemos mirar el ejemplo, celebrar junto con el resto de la región y del mundo este avance, y fortalecernos en él para garantizar que también nosotros podamos superar la crisis e impulsar nuestro progreso con equidad en hermandad, dentro de la Constitución Bolivariana, apoyados en la inteligencia y en los más altos valores que puedan guiar a una sociedad.

Que el sueño del Libertador –la Gran Colombia– orezca ahora.

 

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