El diario plural del Zulia

La falsedad del socialismo, por Manuel Ocando

E n el mundo actual, los pobres en el mundo representan aproximadamente un tercio de la población mundial, gracias a que el capitalismo ha estimulado el aumento incesante de la producción de bienes y servicios. Incluso ese tercio pobre de la humanidad, exceptuando tal vez los que se consideran en pobreza extrema, vive en general, con mayores índices de consumo y comodidades que los habitantes no pobres de la Europa del siglo XIX.

El progreso y desarrollo hoy día de la humanidad se debe a la aplicación del sistema de producción capitalista o de la llamada economía de mercado que con su gestión ha incentivado el crecimiento del individuo. Los socialistas, en cambio, insisten en ser ellos los más competentes para distribuir adecuadamente las riquezas producidas por los capitalistas, en virtud de cierta “designio divino”.

Pero como se ha visto, a más socialismo, menos riquezas producidas y, en consecuencia, menos riquezas para ser distribuidas. Ese es el pequeño detalle que los entusiastas, fanáticos y intransigentes del socialismo no toman en consideración. Es una máxima incuestionable que “en una sociedad determinada, los individuos son más productivos en la medida que sus intereses personales; obviamente, son recompensados.

El hombre moderno del siglo XXI funciona con las mismas motivaciones que el hombre de la prehistoria y gracias a ello dejó las cavernas; no existe el hombre socialista que sea incapaz de pensar en su propio beneficio y en el de su familia. Ni siquiera entre los líderes y dirigentes más comprometidos con las ideas socialistas se puede encontrar uno capaz de despojarse de sus pertenencias, para compartirlas con sus semejantes. Es un hecho hartamente conocido que el propósito de los socialistas es despojar lo que por derecho le pertenece a otro, y convertirse a sí mismos en generosos repartidores de lo ajeno. En el siglo XIX podían ser bien vistas las ideas socialistas y generar simpatías entre los trabajadores e intelectuales de la época pero en la actualidad, el apoyo a las ideas socialistas solo puede encontrarse especialmente entre personas que pre eren ser mantenidas con precariedad por parte del Estado, antes que esforzarse personalmente por tener una vida mejor, así como también entre falsos e hipócritas políticos que buscan apropiarse del tesoro público el mayor tiempo posible.

Como el Estado no produce, el dinero que utiliza proveniente de la actividad económica que se desarrolla en la sociedad productiva y comercial, se aprovechan de las ganancias de las cuales el Estado extrae una parte, bien sea de impuestos y otros gravámenes, para utilizarla con sospechada eficacia en la satisfacción de necesidades públicas. Los gobiernos socialistas, estalinistas consideran que es exagerada la ganancia generada durante el proceso de producción y comercialización y no les basta con cobrar impuestos, sino que se convierten en críticos acérrimos y fanáticos de los productores y comerciantes con la explícita intención de quedarse con todo y distribuir los beneficios a su real saber y entender, sin ningún arreglo basado en las leyes del mercado.

En Venezuela el socialismo de siglo XXI hoy muerto, ha sido un típico ejemplo, una forma descarada y aprovechada de disfrutar del erario público. Gastaron lo ajeno y proyectaron la culpa a la guerra económica, cuando en realidad lo que sucedió fue que saquearon y malversaron las arcas públicas. En síntesis podríamos simplificar la hipocresía de los socialistas en la metáfora, que por estos días se ha hecho tan popular en Venezuela: “piensan como Marx, gobiernan como Stalin y viven como Rockefeller.

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