El diario plural del Zulia

La estafa (artículo para ser leído por Nicolás Maduro), por Énder Arenas Barrios

Hace algunos años, cerca de una Semana Santa, tenía el apuro de salir del apartamento que en ese momento alquilaba, el apuro era tal que el dueño del inmueble, también apurado, pues necesitaba el apartamento para una hija que se casaba, me dio un ultimátum de apenas unos días.

Desesperado, me llegué hasta el Centro de Maracaibo, donde había una inmobiliaria, la recuerdo nítidamente, estaba al lado de una clínica que practicaba clandestinamente abortos y al doctor que los practicaba, con el conocimiento de todo el mundo lo llamaban el Dr. Aguja.

Entonces, alquile el apartamento, bien bonito, tres habitaciones, con tres baños y un medio baño fuera de las habitaciones, una cocina, comedor y dos puestos de estacionamiento. Estaba feliz, di el enganche.

La fecha para mudarme era el martes santo, justo satisfacía la demanda de mudarme por mi casero. Me dieron las llaves del apartamento y como una cosa típica muy de Arenas, nunca se me ocurrió visitar el apartamento antes de realizar la mudanza definitiva, ¿para que?, si con la vista acompañado con el personaje que me lo alquiló me pareció suficiente. Además, el tipo olía a honestidad a tres kilómetros.

Recuerdo ese martes, cuando llegué al edificio, me extrañó la cantidad de camiones de mudanza que estaban al frente y me dije para mis adentros: carajo, a todo el mundo le dio por mudarse esta semana santa. Subí por el asesor, con la gente que maneja el camión de mi mudanza y nos encontramos que frente al apartamento 7-A, había 19 personas que peleaban por el mismo apartamento que yo había alquilado. Lo habían alquilado diecinueve veces. Por supuesto, todos habíamos perdido la plata, el tipo nunca más apareció ni fue visto, como si se lo hubiera tragado la tierra. Y yo me insulté durante todo ese año llamándome: ¡pedazo de guevón!

¿A qué viene ese cuento? Bueno, es que a veces se me sale lo de profesor y este cuento, largo, pero real, me sirve para decirle al presidente, que eso que me hicieron en 1990 se llama estafa, esto es un delito mediante el cual se engaña, en este caso, a una persona, en este caso a un profesor universitario pela bola, a quien se le quita dinero haciéndole creer la existencia de una cosa que en realidad no existe. Se me pasó decirle que las diecinueve llaves no abrían nada.

Entonces, señor presidente, eso es, palabras más palabras menos, una estafa. Lo que Ud. dijo sobre el equipo de béisbol, italiano de que era una estafa, pues todos los jugadores eran estadounidenses, no es una estafa, pues eso esta reglado y permitido por las normas y leyes de la MLB. Además, no estaban vulnerando el patrimonio de nadie. Imagine Ud., que los ciudadanos organizados señalen que su gobierno es una estafa porque se corre la especie y para algunos con fundamentos aparentemente sólidos de que Ud. nació en un barrio de Cúcuta.

Por otra parte, lo mismo podemos decir del equipo venezolano. Escoja Ud. un pelotero, digamos por ejemplo, Miguel Cabrera, ícono de nuestro equipo e investigue los orígenes de su apellido y se dará cuenta que Cabrera es un apellido es muy frecuente en Galicia, Aragón y Cataluña. Y nadie dice que Cabrera no es venezolano, porque su apellido no es Guaicamacuto, Guaicaipuro o Tamanaco.

Un presidente no puede ser tan majadero o no puede ser lo mismo que el insulto que yo me profería al ser estafado en el alquiler de un apartamento. Un presidente es un presidente y no puede andar con esas pasjuatadas.

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