El diario plural del Zulia

Contra la descentralización, por Ramón Guillermo Aveledo

Quiso el constituyente de 1999 que el poder no fuera concentrado; aparte de la división y equilibrio del poder público, procuró su distribución en competencias nacionales, estadales y municipales en un Estado Federal y Descentralizado. Pero al avance descentralizador de las reformas de 1989, consolidadas en la Constitución en 1999, día tras día lo destruye a mordiscos voraces el fanatismo centralista y sectario. Lo que queda lo devora la inflación, consecuencia directa de los errores y omisiones del Gobierno nacional.

Todos los Alcaldes se quejan de la voracidad centralista. Los unitarios en voz alta y los oficialistas en voz baja. Pero todos se quejan, y con razón. En el proceso son un cero a la izquierda. Por arriba los presiona el poder nacional con los recursos, y por debajo el mismo poder nacional con las comunas manipuladas según su interés. Los Alcaldes de la Unidad tienen que lidiar con el sectarismo polarizado, que los discrimina y les crea gobiernos paralelos, irónicamente llamados “protectores”, como si al pueblo elector debiera cuidársele de sí mismo. Y los del oficialismo cuidarse del sectarismo insidioso de las querellas entre jefes y jefecitos de la tribu colorada.

El sectarismo desenfrenado de los caciques oficialistas ha destituido tres Alcaldes unitarios y tiene amenazados a varios más. A Lumay Barreto, de Guasdualito, le han seguido Warner Giménez, de Maturín, y DelsonGuárate, de Mario Briceño. A este último lo metieron preso y al de la capital monaguense, lo persiguieron hasta enviarlo al destierro. Mala lectura de la lección de San Diego y San Cristóbal, donde las prisiones arbitrarias de Scarano y Ceballos solo sirvieron para las elecciones aplastantes de Rosa y Patricia. Humillantes derrotas del Gobierno y el PSUV, pagador electoral de los platos rotos. Lo que entendieron fue evitar las elecciones, sacarlos con trucos y sustituirlos a dedo. Técnica que ya empiezan a usar con sus Gobernadores.

Como si fuera poco, la inflación destruye el presupuesto local, pues lo deshace apenas formulado. Y la crisis económica destruye la recaudación real, porque el comercio y la industria no producen. La consecuencia es menos obras, peores servicios, más inseguridad, porque a estos precios, ¿cómo comprar patrullas o equipos? Una policía en inferioridad de armamento con la delincuencia, ¿por qué se va a arriesgar enfrentándola? ¿No le sale mejor corromperse? La contumacia del poderoso la paga el pueblo.

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