El diario plural del Zulia

La anomalía venezolana, por Énder Arenas Barrios

Recibo la llamada de una profesora amiga, jubilada, dolida por la situación que vive el país y me propone como título de mi nota semanal: “A quién le toca la próxima metra” y no pude hacerlo, pues tendría que hablar de los 60 y tantos muertos que la represión ha dejado como una sangrienta alfombra y también de los padres “huérfanos de hijos”, de las novias “viudas prematuras”. Y les confieso que yo nunca he podido ni podré consolar a alguien frente a la “devastadora hazaña de la muerte”.

Les voy a decir algo que parece políticamente incorrecto, pero creo que el país empieza a aburrirse de llorar por los muertos. La muerte en las marchas se ha convertido en una especie de regularidad. El Gobierno lo ha hecho rutina y es totalmente insensible y ha instalado a la maldad como régimen político. Eso es lo que yo llamo “la anomalía venezolana”.

Reflexionemos brevemente lo que hemos sido: un país con una práctica democrática por 40 años, con una sólida sociedad política, una más o menos compleja sociedad civil, con sectores medios poderosos, una consolidada organización empresarial y también sindical, es decir los sectores más significativos de la sociedad tenían estructuras organizadas y organizadoras de acuerdos y pactos, que garantizaban un funcionamiento más o menos adecuado de lo que teníamos como democracia.

Todo ella no era perfecta, es más, tenía vicios. Pero era lo que había y la gente tenía la posibilidad de poder calcular con certidumbre su futuro y eso tiene su encanto. De las cosas que el antiguo régimen nos brindaba era la sensación de continuidad y orden que nunca fue apreciada por los venezolanos de fines de los 90.

Pero, de verdad, la democracia había consolidado certidumbres básicas fundamentales. Pese a las críticas, había niveles significativos de seguridad, hablo de niveles importantes de seguridad personal, alimentaria, jurídica y hasta simbólica, puesto que durante 40 años habíamos consolidado una comunidad de destino.

Entonces llegó el chavismo y produjo la dicotomía: “Nosotros versus Ellos”, que no era que el régimen democrático no se articulara, igualmente con dicha contradicción, solo que en ella estaba signada por una dialéctica democrática, pues el “Nosotros y el “Ellos” eran adversarios políticos que eran reconocidos como tales. En la dialéctica chavista apareció “el otro” como enemigo político y en ese contexto la lógica política y la gramática democrática fue sustituida por la lógica de la guerra y la gramática autoritaria.

Lo anómalo de este proceso es que se produjo con el consentimiento de los venezolanos. Esto es lo que también llamo la anomalía venezolana.

Después de 18 años en el poder, lo que fue una mayoría ha quedado reducida a una minoría que se hace consistente en el poder, solo por el monopolio de las armas. Y como minoría pretende instalar de manera definitiva la anomalía de que siéndolo, cuantitaiva y cualitativamente, pretende pasar por mayoría e instalar su norma minoritaria como norma mayoritaria. Y esto es lo que los venezolanos debemos evitar y no permitir que nunca jamás volvamos a padecer semejante “cosa”.

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