El diario plural del Zulia

José Antonio Páez ¿ciudadano esclarecido?, por Ángel Rafael Lombardi

No sé de qué trata el libro Resumen de la vida militar y política del ciudadano esclarecido General José Antonio Páez, de Tomás Michelena, publicado por la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia en el año 1973. Solo intuyo una audaz interpretación, sospechosa, como toda conclusión histórica, de que José Antonio Páez es otro súper héroe inmaculado de nuestra Independencia de justicieros, sabios y santos. De todas formas, y es lo serio, habrá que leerlo con cuidado.

En los últimos quince años el anterior presidente bolivariano, un militar audaz, de pocas luces, atentó públicamente contra Páez y lo llamó traidor a Bolívar. Esta contra versión desde las alturas del poder apenas despeinó la tranquilidad de los historiadores del país. Uno supone que la historia es básicamente un cuento de fantasmas porque la consistencia real-histórica de sus personajes vive más en el reino de la fábula. A la larga, nadie sabe en realidad quién fue Bolívar y Páez. Lo que nos queda son sentencias como la que encabeza el título: “Ciudadano esclarecido”. ¿Lo fue? Por lo poco que sabemos Páez fue Boves a partir del año 1815 y que sus llaneros el arma militar más económica y efectiva de toda la cruel guerra de Independencia.

En su expediente militar sabemos que fue un diestro guerrillero que asentó su base de operaciones en los inmensos llanos venezolanos al sur del país. Morillo le temió más que al mismo Bolívar. Y Bolívar le temió más que al mismo Piar. De hecho las insubordinaciones de Páez hacia el Libertador son legendarias: no le acompañó en la aventura de tramontar la cordillera andina para caer sobre Boyacá en 1819 y a partir del año 1830 acompaña al movimiento disidente en Venezuela para sabotear y romper con el proyecto de la Gran Colombia.

Bolívar sabía bien que este “amigo” no eran tan amigo. Y en la Batalla de Carabobo, 24 de junio de 1821, intentó con los “otros amigos”, los integrantes de la altiva Legión Británica, llevarlos al matadero en las primeras escaramuzas de la batalla, como sacrificio necesario para abrir líneas a sus otros cuerpos de reserva. La Legión Británica sucumbió casi toda, fue exterminada, y Páez con sus “Bravos de Apure” salió ileso de milagro. La “amistad” entre Páez y Bolívar nunca existió, sólo la alianza circunstancial e interesada como ocurrió en una guerra anarquizada y salvaje como lo fue la nuestra.

Ahora bien, Páez, y sus soldados pobres, “el llanero beduino”, no se cansaron de cometer tropelías y desmanes sobre las propiedades que en ese entonces tenían acaparados los blancos de la oligarquía criolla, cuyo principal representante fue Simón Bolívar. Esta desconfianza natural entre “aliados” tan dispares no iba a traer nada bueno en la capitalización positiva del triunfo militar final. Páez nunca fue un justiciero, al contrario, las tierras que debía repartir a sus soldados se las quedó él mismo, luego del año 1830, convirtiéndose en el más grandes latifundista de un país en ruinas.

El que tenga dudas sobre esto que decimos puede consultar el extraordinario capítulo. Psicología de la masa popular, de Laureano Vallenilla Lanz en su obra capital: Cesarismo democrático (1919). Ahí está todo sin adornos ni oropeles. Y eso de que Páez se autoeducó aprendiendo inglés y componiendo partituras para el piano, creo, que es otra fantasía más.

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