El diario plural del Zulia

Historia Magistra Vitae (IV)// Comunismo: para que las mentiras suenen verdaderas

El escritor español Carlos Semprún Maura, ex militante comunista, escribió el texto Vida y mentira de Jean-Paul Sartre (1996). En la obra dedicada al intelectual funcional -como era considerado por él, el famoso filósofo francés-,Jean-Paul Sartre actuaría desde el externo del partido comunista como un Moisés, guía moral del extenso pueblo comunista, como “el paladín de la servidumbre voluntaria al totalitarismo”.Si bien junto a Merleau-Ponty,Sartre en 1950 denuncia el sistema de los Gulag en Siberia, es también ciertoque en 1954 escribe una serie de artículos en el periódico de izquierda Libération, donde exaltaría al comunismo de la URSS y sus alcances.

Para Sartre, los crímenes comunistas son tragedias circunstanciales, mientras que los crímenes burgueses,naturales de la clase social relacionada con el capitalismo, son diferentes en cuanto accionan contra la esencia humana y con objetivo final hacia el logro y el mantenimiento del poder. Por el contrario, los crímenes comunistas, resultan obligantes y necesarios para alcanzarla sociedad sin clases.Estos últimos tendrían una motivación trascendente al intentar proteger a los indefensos, a los pobres y lograr la igualdad.

Tal mito comunista-mesiánico de salvación e igualación de la humanidad ante el egoísmo burgués, no puede minusvalorar separa estos intelectuales ante las acusaciones de genocidio. Los caídos serían accidentales. Ni las denuncias contenidas en el Informe Kruscev sobre los crímenes y genocidio de Stalin, harían retroceder a los pensadores de izquierda radical. La larga“marcha de la igualdad”va más allá de un “Informe” de denuncia, va más allá de los muertos, según argumentarían.

Una vez cuestionado el mito de la felicidad soviéticade lamano de Kruscev, los intelectuales comunistas alimentarían unmito más joven y de gran propaganda cultural, como lo sería laChina de Mao Zedongcon el famoso y “catastrófico” plan económico llamado Gran Salto Adelante;en el Caribe, lo sería Cuba con la pareja política Castro-Che Guevara, que se organizaba paragobernar la isla indefinidamente por medio del terror.

De esta manera, el drama de losLaogai, por ejemplo,es decir los Gulag chinos del tiempo de Mao y las masacres de la misma guerra civil, la Campaña de las Cien Flores (1956-57) o la Revolución Cultural iniciada en 1966, la carestía generada por el Gran Salto Adelante, todos hechos políticos que dejarían millones de muertos e innumerables presos políticos, resultan sombreados antela magnificencia del Libro Rojo de Mao.Es mejor exaltar esta obra de Mao como intento de salvar a la humanidad china, que aceptar la realidad del terror, de la violencia y muerte causados. Con gran maestría de pluma, los intelectuales comunistas desplazarían la atención hacia  esta obra quecontendría la milenaria sabiduría china, junto al más avanzado espíritu revolucionario contemporáneo. Christian Jambet y GuyLardreauentre otros, consideran el texto como la reedición del Evangelio.

A ninguno de estos intelectuales comunistas funcionales, interesaría leer el libro del sinólogo belga SimonLeys, El traje nuevo del presidente Mao (1971), sobre “los delirios ideológicos del maoísmo”. Libro muy incómodo para el entonces.

Sartre escribiría en 1960 sobre el Che: “No era solo un intelectual, era el ser humano más completo de nuestro tiempo”.El propio Fidel Castro le haría de guía en la primera visita que realizaría el filósofo a Cuba, quizás para demostrarle que hubo alguien en la historia humana (Fidel) que realizaría la utopía de Moro, Bacon oCampanella. La utopía cubana, Jean-Paul Sartre la transformaría en una atracción similar a un parqueDisney de los años Sesentas. Así, del fatal encuentro entre el rey Utopo (Fidel) y el gran filósofo (Jean-Paul), se desencadenaría una poderosa combinación comunicativo-publicitaria: el rey Utopo recibiría la bendición laica para terminar de construir su iglesia comunista con su mística. Sartre sería así el oportuno puente entre la izquierda europea y la americana.

Muy acertadamente el ensayista cubano Ivan de la Nuez, en su texto Fantasía Roja. Los intelectuales de izquierda y la Revolución Cubana (2006) afirma: “Desde aquella lumbre iniciática (de Sartre), una nutrida tropa de filósofos, músicos, novelistas, poetas, cineastas y hasta teólogos han convertido a esa isla del Caribe en el destino de sus fantasías revolucionarias, la encarnación de su sueño redentor o la terapia ideal para colocar en otro sitio –pintoresco y lejano- su desasosiego con el malestar de la cultura en Occidente”.

Toda la plétora marxista occidental fue a adorar al nuevo ídolo Fidel, como los reyes magos siguieron la estrella (Sartre) para llegar a la cabaña del niño Jesús (Fidel). Y este hecho permitió, por medio de ríos de tinta en favor de las maravillas de los resultados de la Revolución comunista, matizar los crímenes contra la humanidad que perpetuaban esos regímenes. Los crímenes comunistas a través escritos brillantes y de cineastas que vivían con la comodidad hollywoodense y el lujo del primer mundo, son asumidos con actitud silente y estoica. Siendo así que los crímenes comunistas cuando se descubren,serán siempre crímenes “moralmente justos”.Serán crímenes para “reeducar la población”. Serán necesarios para “purificar” la mente de los reticentes al proceso revolucionario.O, en todo caso, serán crímenes inducidos por los mismos enemigos de la Revolución.

El socialista reformista británico, George Orwell, en su obra 1984, publicada en 1949, deja ver que uno de los instrumentos más utilizados en el totalitarismo comunista, era la manipulación del lenguaje. Orwell evidenciaría una estricta conexión entre el lenguaje y el pensamiento; si se corrompe el primero se contamina el segundo. “El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas, el asesinato respetable y para dar apariencia de solidez al mero viento”.

Historia magistra vitae.

Continuará…

Lea también
Comentarios
Cargando...