El diario plural del Zulia

Hacia la hora cero, por Jorge Sánchez Meleán

En Venezuela está en marcha acelerada un proceso fraudulento de destrucción del paradigma de Estado, que nos dimos hace más de dos siglos. Una minoría cada vez más rechazada por los venezolanos en general, pretende instaurar un Estado socialista con disfraz de comunal, que altera ontológica y axiológicamente los valores del Estado democrático y social de derecho y de justicia que hoy tenemos. Si eso llegara a materializarse, la vida de todos sufriría un cambio sin precedentes, desde el punto de vista institucional y personal. Desaparecería la soberanía popular y sus formas de ejercicio. El poder se concentraría en el Estado y su partido. La persona humana perdería todos sus derechos y volveríamos a ser simples súbditos de un Estado totalitario de inspiración marxista leninista. Este país sería convertido en una gran cárcel de más de un millón de kilómetros cuadrados, sin ninguna posibilidad de subsistir. Ni siguiera retrocederíamos al siglo XX, sino al XIX. Nos quedaríamos sin estados y municipios. Perderíamos la propiedad privada y las libertades económicas. Viviríamos acosados por un Estado Policial, sin libertad de expresión ni de información en este mundo globalizado. Si no ejercemos a tiempo la soberanía que nos consagra el artículo 5 de la Constitución aún vigente, y hacemos realidad el hecho de que los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos, tendremos que sufrir los embates de una fraudulenta Asamblea Constituyente, que acabará con la paz, la democracia y con lo que queda de bienestar en este país, abusando de su falso carácter supraconstitucional. Allí estará comenzando una tiranía sin límite de tiempo, donde quinientos serviles, marionetas del régimen, decidirán la suerte de más de treinta millones de venezolanos. Llegó entonces la hora de deslegitimar ante el mundo al régimen autoritario que padecemos, pues un poder solo es legítimo, cuando aquellos que deben obedecer están de acuerdo con los principios y reglas por medio de los cuales se ejerce el poder. Y los venezolanos, en más de un ochenta por ciento, los estamos rechazando. El poder constituido de Venezuela no tiene legalidad ni legitimidad alguna, para convocar un poder constituyente por vía fraudulenta, y adueñarse así de nuestro futuro. Llegó entonces el “punto de quiebre” de todo esto, la “fase superior de calle” que demuestre, que la soberanía si reside intransferiblemente en el pueblo, y que puede ejercerla directamente, sobre materias de trascendencia nacional, sin que el poder constituido arbitrariamente se lo impida. El régimen debería reflexionar sobre esta frase de Bolívar, expresada en 1829: “En los gobiernos no hay otro partido que someterse a lo que quieran los más”. Eso debe demostrarse el 16 de julio, pues ya llegó la “hora cero” de nuestra inflexión histórica.

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