El diario plural del Zulia

Hablemos de los sobrinos, por Vladimir Villegas

No me gusta escribir sobre narcotráfico. No es un tema que domino ni quiero dominar. Con eso que le temo. Hay periodistas especializados en esa materia y ellos están en mejores condiciones de profundizar en los casos más sonados, entre ellos el de dos jóvenes relacionados familiarmente con la primera dama de la República, Cilia Flores.

Pero el tema es ineludible. Pasar agachado frente a este asunto no es una opción, menos aún cuando el Gobierno ha asumido, a mi juicio, una actitud equivocada frente al caso. Desde temprano han debido abordar el hecho y dar una explicación que desde el primer momento esperaba la opinión pública, principalmente la de la base social y política que respalda la gestión del presidente Nicolás Maduro y al Partido Socialista Unido de Venezuela. La decisión de un tribunal norteamericano de declarar como culpables del delito de narcotráfico a estos dos ciudadanos venezolanos, sobrinos de esta alta gura política, no amerita como respuesta el silencio oficial. Ese silencio es sencillamente escandaloso y totalmente contraproducente. Y solo alimenta las versiones según las cuales este par de individuos utilizaban sus vínculos familiares para traficar drogas hacia Estados Unidos con total impunidad y con la complicidad de diversas instancias de poder.

Yo conozco desde hace muchos años a Nicolás Maduro. Hemos marchado juntos en algunos momentos de nuestra vida política. También hemos tomado distancia producto de las diferencias de forma y fondo que existen entre nosotros. Tengo muchas , pero muchas críticas a su forma de gobernar. El país las conoce, porque no me las he guardado, como no me las guardé cuando decidí alejarme del gobierno de Hugo Chávez en tiempos de la fallida y equivocada reforma constitucional del año 2007. Conozco mucho menos a Cilia que a Nicolás. Pero sinceramente no creo que ellos tengan siquiera una mínima relación con las actividades ilegales de Campos Flores y Flores de Freitas.

Por eso insisto en que la peor decisión frente a este caso de tráfico de drogas es ignorarlo o minimizar su impacto. Lo tiene y mucho. Hace un daño terrible no solo al gobierno de Nicolás Maduro, porque ese silencio puede asociarse a complicidad o cuando menos solidaridad automática frente a un delito de la dimensión que tiene internacionalmente el narcotráfico. Perjudica seria y peligrosamente a las instituciones encargadas de administrar la justicia en el país, que así como han pedido información oficial y públicamente a Estados Unidos sobre el caso del presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, Rafael Esquivel, acusado de graves delitos asociados a la corrupción, deberían hacer lo mismo en relación a la condena de estos dos individuos, si es que no lo han hecho hasta ahora.

También le hace un daño terrible a la imagen internacional de Venezuela. No es fácil revertir la matriz que se ha pretendido crear en cuanto a que vivimos en un narco Estado, ni mucho menos será fácil escapar a las terribles consecuencias que nos esperan como nación si esa imagen se transforma en certeza sin que desde el Estado y el Gobierno venezolanos se haga algo para impedirlo. Por eso importante, necesario, impostergable, que el presidente Nicolás Maduro le hable a Venezuela y al mundo, y ordene la más amplia y rigurosa investigación para que sean detectados, capturados y enjuiciados quienes, independientemente de su cargo o condición, estén vinculados al tráfico de drogas en este u otros casos. No espero menos de Nicolás Maduro. Está en sus manos hacerlo. No tiene por qué dejar espacio para la duda. Por su propia historia personal, por su familia, por su partido y principalmente por el país, lo que le sale en este momento es actuar en nombre de las atribuciones que le con ere la Carta Magna y abrir esa investigación que estoy seguro el país, más allá de la polarización y del descontento existente con su gestión, sabrá reconocerle en este momento o en el momento oportuno. Y cada quien que asuma su responsabilidad. A sabiendas de lo espinoso del tema, asumo la mía con la exhortación que hago al Presidente de la República. En este caso, como lo expresamos arriba, el silencio no es una opción. O sí. Es la peor de todas.

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