El diario plural del Zulia

Grandeza venezolana, por Ramón Guillermo Aveledo

Venezuela es república y, como tal, igualitaria. No hay títulos nobiliarios. Somos alérgicos a todo lo que huela a derecho a creerse por encima de los demás. Desde 1520, siendo monarca Carlos I, fue creada como máxima jerarquía de la nobleza la Grandeza de España. La distinción remonta sus orígenes hasta los reyes visigodos. La Corona la otorga y es hereditaria. Aquí, con el mérito no se nace, hay que adquirirlo como resultado de las obras personales. Por eso, cuando decimos que alguien es un gran venezolano, no estamos hablando de aristocracia —que en una sociedad como la nuestra sería pretensión risible—, sino de la magnitud de sus aportes al desarrollo venezolano, sus contribuciones a que la nuestra sea una sociedad mejor.

Recientemente, han partido dos grandes venezolanos a quienes tuve el privilegio de conocer bien. Por eso, puedo atestiguar su patriotismo constructivo, de su amor por este país demostrado en hechos. Uno es de mi tierra larense, otro es un compatriota nacido en la Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo. A los dos rindo hoy el homenaje de la memoria agradecida.

Rafael Marcial Garmendia, ganadero como su padre, fue promotor de iniciativas para el desarrollo de la región y el país, empresario y dirigente empresarial, deportista y dirigente deportivo, y ciudadano comprometido con la suerte de su país, dispuesto a renunciar a la comodidad para salir a defender cívicamente su idea del futuro, su noción del Lara y la Venezuela por venir. Nunca se cansó su voluntad de servir.

Demetrio Boersner, académico y diplomático, llegó aquí temprano en su vida. La suya era una de esas familias aventadas de Europa por la violencia de la intolerancia. Doctorado en la Universidad de Ginebra, la fundada por Calvino a mediados del XVI, sirvió con lealtad y entrega a nuestro país que fue el suyo. Desempeñó con brillo funciones de asesoría y dirección en nuestra Cancillería, cuando esta procuraba desarrollo institucional y fortalecimiento profesional, y fue embajador de Venezuela en Suecia, Rumania y Austria. Su labor universitaria en la formación de varias generaciones de profesionales en la Universidad Central y, más acá, en la UCAB, así como su obra intelectual, completan la grandeza venezolana de este socialista democrático, modesto y honesto, sereno y equilibrado.

Hay grandeza venezolana en la diversidad del humano quehacer.A ella debemos lo que hemos logrado. Por ella confiamos en lo que podemos ser.

Lea también
Comentarios
Cargando...