El diario plural del Zulia

Entre la terquedad y la desesperación, por Vladimir Villegas

Las imágenes de jóvenes encapuchados destrozando las rejas de la base militar de La Carlota, días después del asesinato de David Vallenilla, por parte de un efectivo de la Aviación, ocurrida en medio de un enfrentamiento de piedras contra escopetas, nos dan una clara idea del peligro frente al cual está Venezuela. Algunos de estos jóvenes ingresaron a la instalación militar. Pasaron un límite sumamente peligroso. Uno no sabe si se trata de actos espontáneos ni quién o quiénes están detrás de esas capuchas.

La desesperación como política es mala consejera. Acciones de esa naturaleza se traducen en más represión, como si fuera poco lo que ya hemos visto, y de paso sustituyen la movilización pacífica de grandes sectores sociales por acciones de carácter foquista, cuyos resultados no son difíciles de adivinar. Se convierten en el pretexto necesario para endurecer el discurso y la acción de quienes se niegan a aceptar que la mayoría de los venezolanos repudia la Asamblea Nacional Constituyente inconstitucional y hecha como un traje a la medida por “ sastres” autoritarios. ¿Qué se busca con esas acciones violentas en la frontera, e incluso dentro de una base militar? ¿Quién dirige esa política? ¿ Obedecen a una estrategia de un grupo en particular? ¿Son actos nacidos de la rabia de manifestantes incontrolables? ¿Están infiltrados esos grupos por integrantes de cuerpos de seguridad? ¿Hay total repudio a esas acciones en la Mesa de la Unidad Democrática o algunos se hacen los “ paisas” por debilidad u oportunismo político para no aparecer como “apagafuegos”?

Que la justa protesta pacífica contra la violación reiterada de la Carta Magna escale hacia ese tipo de iniciativas de confrontación con efectivos que se encuentran en bases militares puede terminar de desatar los demonios. Es el pretexto perfecto para darle sustento a un endurecimiento de la represión, como ya lo hemos visto, y a las versiones según las cuales hay un plan conspirativo en marcha, destinado a provocar un golpe de Estado. Agreguemos a esto la estrategia de divulgar a través de las redes sociales escritos atribuidos a personajes públicos en los cuales se hacen llamados a actos de carácter insurreccional. No sé quién está detrás de esos mensajes, pero nada bueno se oculta tras esas iniciativas. Nada mejor para quien quiere pescar en río revuelto que remover las aguas y enturbiarlas.

He sido y seguiré siendo claro y directo en mi rechazo a esa Asamblea Nacional Constituyente que puede derivar, ahora sí, sin disimulos ni matices, en una dictadura “ constitucional” . Y me temo que actos como el ocurrido en La Carlota abonan en esa dirección. Represión y violencia, violencia y represión, terminan retro alimentándose. En ese ciclo se nutre el represor, el que actúa sin escrúpulos para alejar cualquier posibilidad de ir a una consulta popular verdaderamente libre, el que le teme precisamente a esas grandes mayorías que, como es evidente, se abstienen de acompañar actos que por muy heroicos que puedan parecer también pueden resultar dañinos para el objetivo de rescatar los espacios democráticos perdidos, o mejor dicho, arrebatados. Este es un tema que la dirección opositora tendría que discutir con responsabilidad política. No es cosa de juegos. Hay vidas de por medio. Las que se han perdido, producto de la represión y de la confrontación, y las que pudieran llegar a perderse si el gobierno cumple sus amenazas de intensificar aun más la represión, y si el liderazgo de la Mesa de la Unidad Democrática termina a la cola de factores incluso desconocidos, en cuanto a sus integrantes y a sus objetivos.

Entre la terquedad de un gobierno que se niega a ver, escuchar y sentir el repudio masivo a su Constituyente “chimbo legal“, y grupos que también quieren imponer una agenda no compartida por las grandes mayorías, vamos al empeoramiento del panorama nacional. Los llamados a una negociación política que le dé un destino distinto a esta dolorosa situación del país no terminan de tomar cuerpo y espacio. Si se imponen las ideas a la fuerza y no la fuerza de las ideas preparémonos para contar a nuestros nietos la historia de un país que no aprendió de su propia historia y de la historia de pueblos hermanos, y bebió nuevamente las aguas envenenadas de la anarquía, la violencia , el autoritarismo y la barbarie de la guerra.

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