El diario plural del Zulia

El odio como conducta política, por Hugo Cabezas

Uno a veces se pregunta ¿Por qué la dirigencia de la MUD atesora tanto odio, contra el pueblo venezolano y la dirigencia de la Revolución Bolivariana? Se ha dado respuesta a la misma de una manera, aunque cierta, poco profunda. Se ha afirmado que, ello no es más que una reacción ante la pérdida de privilegios por parte de dicha dirigencia. Si la cosa fuese tan sencilla, la solución de este problema hubiese sido, igualmente, sencillo.

Si bien es cierto que, el odio tiene su origen en disfuncionalidades psíquicas, en el caso del ejercicio de la política, adquiere unas dimensiones mayores; por lo que, aproximarse a una sociología del odio, implica estudiarlo como una esquizofrenia que requiere ser analizada desde diversas miradas.

El problema es más profundo. Es una forma de ser y obrar. El que odia siente un profundo rechazo hacia alguien, lo cual le provoca el deseo de hacerle daño, de negarlo, de excluirlo, de menospreciarlo, de que le ocurra una desgracia, cuando la patología es muy intensa, le desea hasta la muerte. Es por ello que, el odio no conoce límites. Pero, en política, el odio, como hemos dicho, adquiere otras singularidades, no siempre es una conducta irracional; por tanto, puede formar parte de una estrategia para disminuir y eliminar al enemigo.

Es precisamente, de esta forma como, el oposicionismo venezolano ha dado rienda suelta a su odio contra el pueblo venezolano y las fuerzas revolucionarias, que promueven la transformación social de nuestra Patria. Este oposicionismo ha hecho del odio un arma política. El odio y la mentira, aun siendo dos irracionalidades, han sido sus mejores armas en el duelo por la toma del poder político. En ese afán, han recurrido a las más diversas prácticas y estrategias de desestabilización política y económica, poco les ha importado la Constitución Bolivariana.

A lo largo de nuestra historia republicana, anterior a la Revolución Bolivariana, la clase dominante y su dirigencia política, despreciaron, excluyeron, humillaron, traicionaron, engañaron, vejaron, al pueblo venezolano. Impusieron una praxis racista, la cual pretendieron ocultar utilizando neologismos extraídos de una ciencia social que no era nuestra.

Clase dominante y pueblo, han sido las dos categorías con que se ha definido a los sectores que formaron parte de la profunda polarización, que caracterizó a la Venezuela prerrevolucionaria. Al pueblo se le llamó indio, negro, esclavo, salto atrás, blanco de orilla, zambo, mulato, denominaciones —todas ellas— de carácter étnico; pata en el suelo, tierrúo, niche, marginal, cotizúo, mico; fueron entre otras, las adjetivaciones con las cuales se identificó al pueblo, durante la Venezuela punto jista. Todas ellas, no hay duda, calificaciones cargadas de un profundo racismo, de un profundo desprecio, del más profundo odio hacia los sectores sociales menos favorecidos de la sociedad venezolana.

Es por ello que, sin temor a equivocarnos, afirmamos que la dirigencia política, agrupada en la MUD, al convertir el odio en su conducta política principal, se volvió misantrópica. Creen que ellos son los únicos seres inteligentes, cultos, capaces, bonitos, ilustrados; los demás, el pueblo es lo contrario, bruto, inculto, incapaz, feo, sucio. Creen que el pueblo no sabe que así lo califican.

Frente al odio oposicionista, postulamos el amor revolucionario.

 

Lea también
Comentarios
Cargando...