El diario plural del Zulia

El líder auténtico y el gerente administrador, por César Ramos Parra

Las organizaciones todas, requieren de un plan, una estructura y una conducción para alcanzar objetivos. Las dos primeras están supeditadas a la tercera, que representa la parte dinámica de la organización y le con ere vida y acción. La buena o mala marcha de una organización dependerá de quienes la conduzcan. Si una organización carece de un plan realista y coherente, si los conductores de sus estamentos son incompetentes e irresponsables, se presenta el caos y la crisis de gobernabilidad, que se profundizará con ausencia de transparencia y pérdida de valores. Eso es responsabilidad de sus conductores. La carencia de recursos no causa el deterioro organizacional. Esta suele esgrimirse para manipular, justificar y ocultar sus verdaderas razones.

Los gerentes administradores de rutinas tienen la propensión a atornillarse en los puestos de conducción, para prolongar su permanencia, pues su objeto no es el servicio sino el usufructo del poder y el prestigio social. Ello le da la discrecionalidad de recursos económicos para viajar, pagar cuentas, vehículos y choferes, guardaespaldas, asistentes, fotógrafos y medios de comunicación, círculos sociales, todo, a costa del presupuesto institucional, señalado por ellos de insuficiente. Ante problemas ofrece soluciones efectistas, incurriendo en actitudes demagógicas. Ingresa sin justificación, ni criterio técnico racional, a familiares y allegados a nómina. Es irresponsable y poco cuidadoso con los bienes institucionales al mostrar indiferencia a su deterioro. Es intolerante y persigue a quien le critica, manipulando a su antojo reglas y normas para llevarse por delante a quien intente cuestionarle y delatar su mal proceder. Por ello, su gestión es mediocre, rutinaria, poco transparente y carente de e ciencia, eficacia y efectividad.

El líder es motivado por el servicio, utilidad a los demás y al progreso y consecución de objetivos. Es humilde y sencillo, practica con su transparente proceder lo que exige. No actúa con arrogancia ni superioridad a otros; es comunicativo y cortés. Aporta soluciones a problemas, asume riesgos. Innovar, construye consensos, trabaja con afán y entusiasmo, sabe que su estadía en la organización será breve, escala su montaña, da paso a otros y busca una más alta. Respeta la norma, la cumple y aplica con firmeza, basado en un su autoridad moral, para garantizar la gobernabilidad y el orden, sin “rabo de paja”; de allí le deviene la respetabilidad y afecto de la comunidad, su desempeño está motivado por valores y principios. Es capaz de sacrificarse por el colectivo y lo hace con alegría para estar tranquilo con su conciencia; el desiderátum de su vida no son los bienes materiales sino la satisfacción del deber cumplido, por ser profundamente espiritualista.

Los pueblos y las organizaciones tienen los líderes o gerentes que merecen. Bien porque los eligen, a sabiendas de sus conocidas de ciencias; porque los mantienen y toleran sus desafueros por temor; porque sabiéndolos correctos no los protegen, permiten que se marchen y no los acompañan en las luchas y procesos que demanda la construcción de un destino mejor para todos. Sólo cuando los pueblos o las organizaciones se unen con sus líderes auténticos en la búsqueda del bien común, las organizaciones alcanzan el éxito y el progreso para todos.

 

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