El diario plural del Zulia

El derecho a a hablar… pendejadas, por Énder Arenas Barrios

Todos podemos hablar, todos podemos decir pendejadas, pero solo los que se encuentran en una situación autorizada, los que están en una situación de autoridad, pueden tomar la palabra cuando más o menos les dé la gana.

Su colocación en la estructura de poder les asigna legitimidad para hacerlo. Por ejemplo, Chávez era un locutor reconocido pues sus razones eran asumidas como las razones de una parte significativa de la gente quien le asignaba su legitimidad, de hecho sus palabras se convertían en un sinnúmero de casos en cosas.

Pero, siempre hay un pero, pues la legitimidad del hablante que se encuentra en una situación de autoridad es asignada por el oyente que asume que lo que dice el hablante con autoridad es reconocida por ellos como una verdad o como una razón que es compartida por ambos, por el hablante y por el oyente. Carajo, ¿me estoy explicando?

Bueno el caso es que esa legitimidad puede ser retirada por el oyente, cuando las razones o las supuestas verdades esgrimidas por el hablante ya no son reconocidas como legítimas por los que escuchan. Cuando eso ocurre, no importan que el hablante en la situación de autoridad haya ganado mil elecciones, su legitimidad es retirada.

Eso ha pasado con Maduro quien dilapidó la situación de autoridad en la que está inmerso, situación de autoridad que fue el mejor legado que Chávez le heredo.

Podemos alegar que la crisis económica lo deslegitimó primero en su desempeño y rendimiento gubernamental al no tener la capacidad para enfrentase a la crisis que el modelo impuesto produjo deshilachando una sociedad con las mayores riquezas naturales y sociales en el continente, podemos alegar que la crisis política y social también lo deslegitimó cuando se deslizo por un modelo, que inicialmente tenía una vocación autoritaria, en los mejores días de Chávez y que en los peores días de Maduro ha desembocado en un gobierno dictatorial, eso es cierto, pero también es cierto que la gente ha desautorizado a Maduro y le ha perdido respeto a él y a la institución que representa es por la enorme capacidad para decir imbecilidades de las que hecho gala desde el mismo momento en que se encargo del gobierno.

El proceso mediante el cual Maduro ya es tratado por la mayoría de la población, aun los afectos del chavismo, como incapaz e inútil para resolver los problemas (a despecho de Schemel) está marcado por la creación de un lenguaje y una gramática para diagnosticar la crisis y enfrentarla que no responde a la realidad. Sus cadenas, consideradas por él como fundamentales e históricas en la resolución de la profunda crisis que nos atosiga, son un compendio de tonterías, algunas pronunciadas con la entonación que le daba Chávez.

Es la retórica y la narrativa de la gran pendejada, en su discurso diario, cotidiano, donde cabe todo tipo de banalidades: pajarito que habla poseído por un espíritu que le habló y él respondió con un silbido, pasando por su precaria formación en casi todo (geografía del país, historia, manejo del lenguaje) desviaciones muy jodidas como su primitivo sexismo donde su mujer, la primera dama, es su primera víctima, y Ramos Allup la segunda, homofobia declarada, sus comentarios soeces a Capriles y Julio Borges, nadie se los aguanta, aunque esto últimamente lo ha matizado y ha dirigido sobre sí mismo comentarios increíbles, pues él mismo se ha caracterizado como un mariposón.

El presidente Maduro lo ha perdido todo, claro está, menos su residencia, pues todavía reside en Mira ores, y el derecho, gracias a los medios públicos, de hablar pendejadas.

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