El diario plural del Zulia

El Carupanazo, por Douglas Zabala

Suenan tambores de guerra, ya el déspota de Miraflores después de lanzar la amenaza de entregarle 500.000 fusiles a sus milicias bolivarianas, ahora sorprende al país con su fraude constituyente. Del lado opositor, y no es para menos, han establecido que no habrá más diálogo con el gobierno hasta tanto no le devuelva al país la democracia secuestrada. Nadie desea una nueva asonada militar o una guerra civil, pero todos sabemos que de seguir como vamos, viviremos hechos del pasado, como el fallido Carupanazo y a la resistencia armada.

En su libro “EL Carupanazo”, el historiador cumanés Asdrúbal Duarte Parejo, nos narra como en los días previos a este alzamiento militar, Venezuela se había convertido en una constante logia de conspiraciones. El 13 de abril se produce el asalto guerrillero a la Alcaldía de Humocaro Bajo, ubicada en el estado Lara, y el 10 del mismo mes se prohíben las actividades del Partido Comunista de Venezuela y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
El 22 de abril el Ministro de la Defensa, General Antonio Briceño Linares, dice en la Cámara de Diputados del Congreso de la República, que el país está al borde de una revolución. Y el día 4 de mayo de 1962, una rebelión se produce en la apacible ciudad de Carúpano, con efectivos de la Infantería de Marina y la Guardia Nacional. Dicen vecinos de ese tiempo que en Carúpano nunca sucedía nada, pero a las doce de la noche, del 3 de mayo, del año señalado, se notó un exagerado movimiento, en las instalaciones de la Infantería de Marina.

En ese momento se realiza una importante reunión, donde estaban presentes civiles y militares, comandados por el Capitán Jesús Teodoro Molina Villegas. Esa Madrugada Molina arenga a los presentes: “Es necesario reconquistar la verdadera democracia, retornar al orden ante la crítica situación política, económica y social que sufre el país”. Los dirigentes políticos Eloy Torres y Simón Sáez Mérida, presentes en el conspire con los militares, estaban convencidos y enfatizaban, que, al alzarse Carúpano, se convertiría en la gran chispa que incendiaría la sabana del descontento en los cuarteles y en la población.

La insurrección fracasó y Rómulo Betancourt siguió gobernado un país envuelto en una espiral de violencia política hasta el final de su mandato. Igual situación atravesó el gobierno de Raúl Leoni, y sólo en la primera gestión de Rafael Caldera, comienza un proceso de pacificación, que duraría hasta los días donde un Hugo Chávez, con su “Por ahora” le dio inicios a esta era de confrontación política.
Nuestros conflictos políticos casi nunca los hemos resuelto por la vía del entendimiento pacífico; incluso la etapa de los cuarenta años de democracia representativa, estuvo acompañada por la insurgencia guerrillera, y después por los hechos del 4 de febrero. Desde la emancipación, toda nuestra historia republicana ha estado caracterizada por la violencia política. Guerras civiles, guerrillas, levantamientos y golpes de estado, se han realizado a nombre de revoluciones y conquistas democráticas.

En estos primeros días de mayo recordemos al Carupanazo, para no dejarnos atrapar por el fantasma de la insurgencia militar y la guerra civil, que de nuevo azuza al alma nacional; pero que sepa Nicolas Maduro, que los venezolanos tampoco nos vamos a dejar imponer su pretendida dictadura.

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