El diario plural del Zulia

¡El bendito pan dulce!, por León Sarcos

La vida del pan, que nace con la aparición de los cereales, es tan antigua como la historia de la humanidad. El pan, se estima, nos acompaña en la mesa desde hace 8 mil años antes de Cristo y constituye uno de los tres primeros alimentos procesados, junto al aceite y el vino, en la dieta de los seres humanos. En todos los tiempos ha constituido elemento básico en la nutrición, por diferentes razones, de las clases más humildes.

Los egipcios, que aprendieron las técnicas de fabricación de los sumerios, lo llegaron a consumir con tal devoción que durante la antigüedad clásica se les conoció como los Comedores de Pan. El pan más habitual era el de cebada. El arqueólogo Zahi Hawass encontró cerca de las excavaciones de la Gran Esfinge de Guiza los restos de una panadería con el instrumental para abastecer de pan una población de más de 20 mil personas.

Los griegos que no producían trigo, se presume que al principio tuvieron que importarlo de Egipto. Sin embargo, en el siglo II a. C., Ateneo de Naúcratis mencionó en sus obras 72 formas distintas de hacer pan. El pan maza a base de cebada era el de predilección de los más pobres. En el caso de los romanos no empezaron a tener interés por su elaboración hasta el siglo VIII o VII a.C. El pan se hacía en familia y el predominante era el elaborado bajo el patrón del maza griego. Treinta años antes de Cristo, durante el reinado de Augusto, se podían contar en Roma 328 panaderías y el trabajo de panadero adquirió tal relevancia que se puso de moda la expresión Bonum Panem Fert (hacedor del buen pan) que equivalía a una licencia para aspirar a representar al pueblo en el senado romano.

Durante el Renacimiento los panaderos italianos fueron famosos en Europa por su habilidad en el horneado y cocción del pan. Los nuevos productos los denominaron Biscuit (dos veces cocinados). El incremento en el uso de la mantequilla y el azúcar en el siglo XV, y el uso corriente de delicias provenientes del Nuevo Mundo como el chocolate, dio lugar a una clasi cación entre las formas tradicionales de hacer pan y la repostería. Ya en siglo XVI se empieza a distinguir en Francia entre panaderos y reposteros de profesión. Aparecen así los Gugelhupfe, en Alsacia, los Christstollen de Alemania y los famosos Panettoni italianos, con los que muchos tratadistas del pan asocian el nacimiento del pan dulce, que ya tenía antecedente en la cultura panadera de los griegos que colocaban nueces y miel en cierto tipo de pan y los antiguos romanos que endulzaban la maza con queso y miel.

La modernidad estimula a finales del siglo XIX una serie de innovaciones en el campo de la gastronomía que hace protagonista al pan en la emergente comida rápida. Aunque ya en 1686 con el sitio a Budapest por los turcos había aparecido el Croissant y en 1765 en honor a John Montagu, un aristócrata inglés ya se conocían el sándwich, y la pizza, el hot dog (1870) y la hamburguesa (1885) hicieron su aparición en aquel momento.

Todas estas delicias muy fáciles de preparar hechas sobre la base del pan se volvieron quimera para quienes viven de una pensión o salario mínimo y muy difícil también para profesionales liberales y a fines. Un buen observador puede percatarse hoy, que el vigilante, la empleada de banco, el encargado de un negocio, el policía, el obrero, y el estudiante que ayer solicitaban muchas de estas formas de comida rápida, gracias a ese tumor maligno conocido como revolución bolivariana, han tenido que volver sus bocas para mitigar el hambre a una de las más modestas presentaciones del pan: ¡El bendito pan dulce!

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