El diario plural del Zulia

Diálogo, pero verdadero, por Ramón Guillermo Aveledo

Cómo será de grave la situación venezolana que preocupa al Papa, a los secretarios generales de la ONU y de la OEA, a varios gobiernos de la región y del mundo, e incluso, al titular de Unasur, en cuyo nombre ha venido una comisión de alto nivel de expresidentes, el dominicano Fernández y el panameño Torrijos, y el exjefe de gobierno español Rodríguez Zapatero.

Los tres han sido afines al gobierno de aquí, pero tienen una misión que reconocen difícil en una realidad nacional cuyas características extremas en varios aspectos son imposibles de ignorar. Ojalá y tengan éxito, no en el logro de un imposible simulacro que desperdicie un tiempo del cual los venezolanos carecemos, sino en un diálogo real, como lo piden esos voceros y lo reclama un cuadro que empeora constantemente.

El principal obstáculo para que ese diálogo necesario sea creíble es el Gobierno, que en cuanto a admitir rectificaciones es, como decía la publicidad de los clásicos relojes suizos: impermeable, antimagnético y antichoque. En defensa de su poder, se ha declarado de facto en rebeldía contra la realidad y la Constitución.

Ha abolido el control parlamentario por los estados de excepción y la gestión ministerial. No ha promulgado ni una sola ley aprobada en la Asamblea, a la que quiere esterilizar usando al Tribunal Supremo. Intimida a los ciudadanos al decretar un Estado de Excepción genérico e impreciso, maniobra de propaganda de guerra en la cual usa imprudentemente desde las UbCh hasta la Fuerza Armada, sin reparar en el grave daño que provoca.

Y para desalentar a la gente, muestra como si estuviera cerrado el camino constitucional al revocatorio, recurriendo sin escrúpulo a la amenaza a funcionarios y contratistas, mientras dirigentes partidistas usurpan funciones de autoridad suprema de un CNE al que se usa a tal efecto.

El Estado, fallido ante las necesidades de la población, privatizado al servicio del interés de una persona y un pequeño grupo. La gravedad de ese cuadro es tal que no hay exageración posible. El Gobierno, “más loco que una cabra” (Pepe Mujica dixit) cree que puede ignorar la escasez, la inflación y la inseguridad, y además suspender la vigencia de la Constitución. No deberían prestarse para esas farsas irresponsables mandos militares, magistrados y rectoras electorales. El diálogo que al país urge, comienza por el compromiso de respetar la Constitución, único marco de seguridad para todos.

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