El diario plural del Zulia

Compasión, por Padre Jaime Kelly

A menudo se suele confundir la palabra o mejor dicho el significado de la “compasión” con “lástima”. La compasión es sentir piedad y misericordia por el otro, por el hermano y ello nos lleva a reaccionar con amor. La compasión es ponerse en el lugar del otro, es sentir su dolor, su preocupación como propia, es vivir como dice la palabra de Dios, en Gálatas 6,2: “Lleven las cargas unos de otros, y así cumplirán la ley de Cristo”. Sabemos que la ley de Cristo es el amor, que nos lleva a la acción, es decir, a hacer algo realmente por el otro y ayudarlo efectivamente en su necesidad.

Jesús en su vida pública pasó haciendo el bien, sintiendo el dolor de sus hermanos y actuando para aliviar, remediar, solucionar o proveer en sus necesidades. Tomando el Evangelio de San Mateo, por ejemplo, podemos resaltar tres ocasiones en que Jesús sintió “compasión del pueblo, de los hombres, sus hermanos y en cada caso o situación que nos refiere el Evangelio podemos identificarnos ante situaciones en nuestra vida en la que nos hemos sentido de igual manera y esperamos la Misericordia de Dios en nuestra vida, para aliviarnos y consolarnos en nuestras cargas y debilidades.

En Mateo 9,36, nos dice la palabra: “Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor”. La pregunta para nuestra reflexión : ¿Nos hemos sentido decaídos y desanimados? ¿Cuántas veces hemos querido tirar todo a un lado por la tristeza, desilusión, por la incomprensión, y perdemos la Esperanza y el sentido de todo? Amigo, hermano, acércate a Jesús, Él te comprende y si lo buscas te llena de su amor, que sana esas heridas y te da ánimo y alegría para empezar de nuevo.

En Mateo 14,14, nos dice: “Al desembarcar Jesús y encontrarse con tan gran gentío, sintió, compasión de ellos y sanó a sus enfermos”. Hermano, si estás enfermo acércate a Jesús, Él puede sanarte, para Él no hay imposibles, recordemos el episodio del ciego de Jericó, quien le gritaba a Jesús al pasar: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”, y Jesús le dijo: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado” (Lc 18,35-43). Hermano, pon tu fe en Jesús y Él te sanará.

En Mateo 15,32 nos dice: “Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Siento compasión de esta gente, pues hace ya tres días que me siguen y no tienen comida. Y no quiero despedirlos en ayunas porque temo que se desmayen en el camino”. Hermano, ¿tienes hambre?, es decir, ¿tienes necesidades?, no me re ero sólo a todo lo material, que necesitas, sino también hambre de justicia, de paz, de alegría? Acércate a Jesús, háblale con confianza y él proveerá tus necesidades materiales, emocionales y espirituales.

Hermanos, Jesús nos ama y no es indiferente a nuestro dolor, a nuestras necesidades y a nuestras esperanzas. Él nos colma y nosotros siguiendo su ejemplo y viviendo su amor estamos llamados a tener compasión con nuestros hermanos. AMÉN.

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