El diario plural del Zulia

"Centralismo burocrático y derrumbe de la periferia en Venezuela: El Zulia territorio de sacrificio", por Alejandro López

Desde el año 2009, hemos venido denunciado la decadencia en los servicios públicos a la que nos estaba conduciendo el centralismo burocrático, en el marco de lo que, para aquel entonces, denominábamos “Socialismo burocráticamente deformado”. En aquella reflexión o análisis, de hace casi 10 años, decíamos: “En el contexto de un socialismo burocráticamente deformado la planificación no está al servicio del colectivo sino de la permanencia en el poder de la cabeza de gobierno, que no es otra que la burocracia […] La burocracia planifica para permanecer en el poder aunque el modelo que imponga no sea sostenible a largo plazo ya que lo importante para ella no es la sostenibilidad del modelo sino la sostenibilidad de las causas que le hacen permanecer en el poder (…) En el sector eléctrico, hay montones de proyectos paralizados, montones de propuestas olvidadas, montones de investigaciones despreciadas por la burocracia que ahora debe salvar su permanencia en el poder político con soluciones chapuceras y vergonzosas para un país con el talento humano y técnico que tiene Venezuela. La burocracia no va a dar salida a esta crisis en el sector eléctrico con soluciones válidas a largo plazo, porque las soluciones válidas a largo plazo ya no fueron hechas y ahora tardaran mucho en llegar y la idea de este tipo de burocracias es permanecer el mayor tiempo posible, no solucionar los problemas del pueblo. Los problemas del pueblo solo le interesan al pueblo y éste es quien los debe solucionar empujando democráticamente las transformaciones” (A. López-González, Sobre la planificación y el régimen socialista burocráticamente deformado”.

En aquel momento, estas afirmaciones parecieron fatalistas, porque a la burocracia recién vestida de rojo solo le ocupa la supervivencia, sobrevivir de un día al siguiente, el largo plazo no es problema de los funcionarios de turno sino del relevo burocrático siguiente y, para ese momento, el turno burócrata pasado estará probablemente en otro ministerio, embajada, consulado o instituto público nacional, perpetuando la cadena de decadencia gerencial en todo el aparato del estado venezolano. Los cargos públicos se definen como meras jerarquías, premios o dádivas, nunca como posiciones para el servicio al pueblo y/o ciudadanía (tal ministerio tiene más rango que cual, sólo eso les importa, el poder es uno solo: la presidencia de la república, nada más). En la práctica, solo el pueblo es permanente, solo la ciudadanía es doliente de los servicios públicos y, en el marco del “socialismo burocráticamente deformado”, el pueblo está más desolado que en cualquier otro sistema político o económico que haya padecido la república desde la muerte del dictador Juan Vicente Gómez.

Aunque alertamos y previnimos sobre esto en 2009, era para nosotros inconcebible la debacle total del servicio eléctrico que vemos en la actualidad. El derrumbe ha comenzado, en términos absolutos, en la ciudad de Maracaibo, capital del estado Zulia (explicación válida para muchos que hoy ostentan altos cargos en la burocracia central).  El Zulia es hoy mera periferia de secundaria importancia para el poder burocrático central, para el modelo depredador extractivista, un territorio de sacrificio para el contrabando de alimentos y combustible hacia Colombia. Este delito es conjuntamente ejecutado por la burocracia narco-corrupta de Colombia y altos funcionarios de las Fuerzas Armadas de Venezuela y Guardia Nacional Bolivariana, que funcionan en Venezuela, como organismos paramilitares de ocupación de su propia patria, como ejercito de represión y saqueo de su propio pueblo, como ejército invasor vendido a los intereses económicos de la clase narco-dominante en la política hegemónica y decimonónica de la República de Colombia.

La fulgurante unión cívico-militar, de la aún por algunos llamada “Revolución Bolivariana”, hoy solo se concreta en el delito de contrabando de combustibles y alimentos. En este particular, los civiles son colombianos, los militares venezolanos (apadrinados por la burocracia centralista militar) y los pseudo-empresarios y banqueros de ambos países que, lejos de ser “el enemigo de clase”, se han convertido en los empleadores de ambos polos de la delincuencia organizada que desangra a nuestro país, Venezuel

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