El diario plural del Zulia

Andrés Eloy: legislador, por Ramón Guillermo Aveledo

Pasado mañana se cumplen 120 años del nacimiento en Cumaná de Andrés Eloy Blanco. Quienes cuidan de su casa natal me invitaron a hablar de su labor parlamentaria, pero el cumpleaños me encuentra en las tierras merideñas donde el poeta, con nado por una dictadura, escribió el Palabreo de la loca Luz Caraballo. No he podido atender el honroso encargo. Intento suplirlo, al menos parcialmente.

A la muerte de Gómez y no sin dificultad, se abren paso las libertades. En aquel camino lluvioso y culebrero iba al volante el presidente López Contreras. Ni tan veloz como muchos le reclamaban. Pero tampoco detenido, como le exigían quienes no veían motivo para moverse. Iba a su paso, sorteando obstáculos, evitando peligros, resolviendo contradicciones, algunas de las cuales poblaban su propia cabeza.

En 1937 se eligen concejales. Por el municipio empezarían las reformas. Andrés Eloy es edil de Caracas. Allí defenderá la autonomía municipal, “…uno de los principios tradicionales y salvadores para la nacionalidad venezolana…”. Lo reeligen por Catia, pero lo hacen diputado al Congreso.

En minoría, al llegar llama a “…echar por la borda lo agrio y lo espinado. Pongamos alegría en el trabajo. Sirvamos a la Patria con el gozo de servirla, no con el ímpetu de asustarla…”, porque “sirve a la Patria el que sonríe”.

En 1946, estrenando voto universal desde los 18 años, se elige una Asamblea Nacional Constituyente. La presidirá. Ahora encabeza una mayoría abrumadora, pero es el mismo. El cuerpo debe ser ejemplo de concordia; “Por lo que a mí respecta, confío en que nuestras labores se desarrollarán bajo el imperio de la preocupación por Venezuela, en cordial cooperación, con toda garantía de respeto y compañerismo por los grupos minoritarios…” de lo contrario, “la herencia que dejaremos a los que vienen a encontrarnos será la soledad”.

En aquel foro, cuyo clima presagiaba que degeneraría en violencia, Andrés Eloy cumplió. Condujo con elocuencia y cultura, tolerancia y respeto. Fue “el amortiguador” según el líder de la oposición, y fuente de cordialidad y buen humor para suavizar la pugnacidad y serenar las aguas. Es el papel del presidente parlamentario, que si bien no puede ser los frenos, tampoco es el acelerador, pues garantiza la libertad de todos.

La Asamblea renueva la esperanza. Hoy y siempre, Andrés Eloy será ejemplo del representante popular.

 

 

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