Actualidad de Bello, por Ramón Guillermo Aveledo
Me invita la UCAB al aniversario del nacimiento de su epónimo. Y me piden que hable de su vigencia en nuestros días.
Habría que empezar por decir que vivió, como nosotros, en tiempo de crisis. Andrés Bello vivió entre la crisis de una realidad vieja, que se despide porque no aguanta más, y la crisis de una realidad nueva que reclama formas diferentes para organizar su convivencia sobre bases con sabor a promesa.
Fue ejemplo de curiosidad intelectual, así como de disciplina de estudio y de trabajo. Dedicación a ensanchar los horizontes de su mirada escrutadora, voluntad de no conformarse con ver super cialmente, para comprender. Para poder hacer.
Bello defendió el derecho como guía de la conducta dentro de la nación y entre las naciones. “La pasión por el orden” es el subtítulo de su biografía, por el chileno Iván Jaksic, quien explica cómo vivió Bello aquella transición: “…pocos elaboraron una agenda de construcción nacional con la tenacidad, conocimiento y originalidad de Bello”, quien identi có “el orden, tanto nacional como internacional, como el desafío más importante de la Hispanoamérica poscolonial”.
Las transiciones no son instantes mágicos, son procesos. No tienen receta. Son muy demandantes en inteligencia y decisión, paciencia e imaginación, conocimiento y creatividad. El camino que lleva a la libertad se traza con las líneas del derecho. Bello las pensó como filósofo y jurista, las diseñó como legislador y las aplicó como hombre de Estado.
En esta Venezuela polarizada, amenazada por las terribles simpli caciones antipolíticas, con problemas que se agravan mientras se cierran los ojos ante ellos o se los diagnostica con supersticiones, ¿qué es más vigente que la curiosidad intelectual para saber y comprender, y la disciplina de estudio y de trabajo para no descansar hasta realizar?
Cuando la autoridad no reconoce límites al deseo e interés personal de quienes la ejercen, los derechos son burlados, tribunales de plastilina complacen al poderoso, y la impunidad campea en inseguridad y miedo. ¿Qué es más vigente que la aspiración de un orden justo y civilizado fundado en el derecho?
Cuando contemplamos con horror el espectáculo del llanto y la muerte bajo los escombros humeantes de Alepo en ruinas, si sentimos la angustia de los refugiados y truenan amenazas que estremecen a los pueblos, ¿qué es más vigente que la necesidad de un derecho internacional que nos ahorre tragedias?
Bello está aquí.