El diario plural del Zulia

A ser feliz también se aprende, por Manuel Ocando

Por mucho tiempo se creyó que la felicidad no se podía enseñar como las matemáticas o la geografía. Sin embargo, desde cuando Martin Zeligman creó la psicología positiva, esa idea cambió. A partir de sus muchas investigaciones se sabe que el 50 por ciento de la felicidad depende de factores como creencias y hábitos que son modificables y por lo tanto se pueden enseñar.

En efecto, aprender a ser feliz es posible y por eso muchas universidades en el mundo se han dado a la tarea de incluirla como una cátedra.

En Harvard, donde existe desde 2006 el curso con más popularidad y éxito, más que los de economía de los cuales son los grandes especialistas, es sobre la felicidad. Es la más solicitada por los estudiantes, al punto de que reemplazó a Introducción a la Economía, que por años había sido la clase más popular. Dicho curso se llama Mayor felicidad, y es dictado por Tal Ben Shahar. Este curso atrae a 1.400 alumnos por semestre y 20 % de los graduados de Harvard toman este curso electivo ¿Por qué? Quizás porque este curso, basado en las últimas investigaciones de psicología positiva, hace cuestionar creencias y supuestos arraigados en nuestra sociedad.

En el curso de Mayor Felicidad de Harvard hay 22 clases magistrales de 75 minutos cada una dictadas por Tal Ben-Shahar, uno de los gurúes del tema en el mundo. El objetivo es enseñar a tener una vida productiva y satisfactoria, y para lograrlo Ben Shahar acude no solo a su propia experiencia, sino a la evidencia científica más reciente, que es el material de estudio más importante de la clase.

Aprender a ser feliz es fundamental debido a que de acuerdo a algunos estudios científicos, la felicidad aumenta la expectativa de vida y ayuda a prevenir enfermedades tales como la depresión y la ansiedad que se han convertido en las principales causas de discapacidad de este siglo.

La principal lección para mis alumnos, expresa este profesor, “es que la felicidad está en nuestro estado de ánimo. Es cierto que las circunstancias externas son importantes. Por ejemplo, a una mujer que vive en Darfur, Sudán, se le haría difícil alcanzar la felicidad, pero más allá de las condiciones y las libertades básicas, la felicidad hay que encontrarla en nuestro propio estado de ánimo.

Los estudiantes aprenden cómo pueden cambiar su visión del mundo y sus estados de ánimo con el fin de incrementar sus niveles de felicidad”.

Aprender a ser feliz no es una moda sino un tema de agenda de la sociedad. Y si no se enseña en colegios y universidades, como indica Anthony Seldon, director del internado Wellington College, en Gran Bretaña, “es posible que las nuevas generaciones no lo aprendan en ninguna otra parte”.

Aprender a ser feliz no es menos importante que aprender las tablas de multiplicar. La felicidad no se mide tan fácilmente como la habilidad para las matemáticas o la historia. Sin embargo, por el hecho de que es más difícil de medir no debería ponerse fuera de la esfera académica.

Debemos considerar que ser feliz es un derecho de la condición humana, decisivo para la salud mental y la felicidad tiene un esencial efecto neuroprotector, constituyendo la base de la formación de personalidades resilientes, que son aquellas que se recuperan con mayor facilidad de las adversidades.

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